Amistades engañosas
Era un hermoso día en el bosque, el sol brillaba y todo parecía perfecto. En una pequeña madriguera vivía una liebre llamada Lía, quien siempre estaba junta a su buen amigo, el pajarito Pío. Lía era conocida por su amabilidad y generosidad, siempre compartía lo que tenía con los otros animales del bosque.
Un día, un astuto zorro llamado Zeke llegó al bosque. Era un zorro muy travieso y rápido, siempre le gustaba estar en el centro de la atención, pero tenía una mala fama: le gustaba robar la comida de otros animales.
Cuando Zeke vio a Lía y Pío, decidió que quería ganarse su confianza para, finalmente, llevarse toda la comida de la liebre.
"¡Hola, amigos!" saludó el zorro con una amplia sonrisa. "Soy Zeke. He llegado a este bosque buscando un lugar donde quedarme. ¿Puedo ser parte de su grupo?"
"Hola Zeke!" respondió Lía con entusiasmo. "Claro, bienvenido. Aquí siempre hay espacio para un nuevo amigo."
El zorro se sintió halagado, así que empezó a frecuentar la madriguera de Lía y Pío. Primero, se hacía el desinteresado, mientras disfrutaba de la buena compañía. Pronto, se hizo muy querido entre ellos.
"Lía, ¿por qué no hacemos una cena especial para celebrar nuestra nueva amistad?" propuso Zeke.
"¡Eso suena genial!" exclamó Lía. "Puedo preparar una rica ensalada de zanahorias con algunas bayas. Y tú, Zeke, ¿qué puedes traer para la fiesta?"
El zorro se frotó las patas delanteras, sonriendo con malicia. "Puedo conseguir algo especial, pero tengo que salir a buscarlo. No tengo comida de momento. ¿Me dejan ir?"
"¡Claro, Zeke!" dijo Lía despreocupada.
Zeke salió del lugar y, en lugar de buscar una buena comida, comenzó a robar las provisiones de Lía. Poco después, regresó con las manos vacías.
"Lo siento, amigos. No encontré nada, quizás mejor lo dejamos para otro día," dijo mientras se reía para sí mismo.
Con el tiempo, Zeke fue robando pequeñas cosas que Lía tenía guardadas. Era un maestro del engaño. Siempre imaginaba excusas para salir y buscar comida, mientras en realidad estaba llenando su propia despensa con los tesoros que había tomado.
Un día, mientras Lía descansaba, Zeke se dio cuenta que ella había cosechado una gran cantidad de zanahorias y suéteres tiernos. Allí estaban, brillando bajo la luz del sol. El zorro no pudo resistirse y decidió robarlas todas.
Cuando Lía se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Las zanahorias que había recolectado con tanto esfuerzo habían desaparecido.
"¿Zeke, viste mis zanahorias?" preguntó preocupada.
El zorro, intentando ser convincente, respondió: "No, Lía. Seguro que olvidaste dónde las pusiste. Puede que las hayas dejado en algún lugar del bosque. No te preocupes, yo te ayudo a encontrarlas!"
A pesar de la confianza que le había dado, la liebre empezó a sentir un nudo en su estómago. Algo no estaba bien.
Así, pasó el tiempo y el zorro seguía robando comida. Un día, mientras Zeke se encontraba en su escondite contando y disfrutando de su botín, Lía y Pío decidieron seguirlo. Querían descubrir a dónde iba, ya que su intuición les decía que algo extraño estaba ocurriendo.
El dúo se deslizó silenciosamente cerca del escondite del zorro y, para su sorpresa, encontraron todas las provisiones que Zeke había robado.
"¡Zeke!" gritó Lía, al borde de las lágrimas. "¿Por qué hiciste esto? Nuestra amistad era sincera. No entiendo por qué me traicionaste. No necesitabas hacer esto. Solo te dimos nuestra confianza y lo has arruinado todo!"
"Amigos, yo..." comenzó a decir Zeke, pero no tenía palabras. Se dio cuenta de que había arruinado algo valioso a cambio de unos pocos bocados.
Finalmente, el zorro, con el corazón apretado, se disculpó: "No sé por qué hice esto. Nunca quise lastimarte. Sólo quería ser parte de tu vida y pensé que si no podía tener lo que tú tienes, al menos podía esconderlo y disfrutarlo en secreto. Pero ahora veo que el verdadero valor está en la amistad.”
Lía, aunque herida, vio sinceridad en los ojos de Zeke.
"Está bien, Zeke. Comenzaremos de nuevo, pero tendrás que trabajar para recuperar la confianza."
Desde ese día, el zorro ayudó a Lía a recolectar comida para todos, aprendiendo que la amistad no se construye con engaños, sino con respeto y esfuerzo. Juntos, hicieron grandes cantidades de comida para compartir con los demás animales del bosque.
El bosque se llenó de risas y felicidad. Lía y Zeke aprendieron que las verdaderas amistades se forjan en la confianza y el amor, y que nadie debería tener que robar para sentirse parte de un grupo. Y así, fueron amigos por siempre.
FIN.