Amo a mi perrita Luna
Había una vez en un barrio tranquilo de Buenos Aires una niña llamada Sofía que tenía una perrita llamada Luna. Era un cachorro de un año con un pelaje brillante y ojos que parecían dos bolitas de chocolate. Sofía la amaba mucho, y Luna, por supuesto, la adoraba. Juntas eran inseparables y compartían aventuras cada día después de la escuela.
Un día, mientras jugaban en el parque, Sofía tuvo una idea descabellada.
"¿Sabés qué, Luna? Vamos a buscar un tesoro hoy!" - le dijo emocionada.
Luna movió la cola como si entendiera la propuesta y se puso a correr de un lado a otro, invitando a Sofía a seguirla.
Después de un rato buscando en el parque, toparon con una caja de cartón medio enterrada en la arena. Sofía se agachó y dijo:
"¡Mirá esto! Alguien debe haber escondido algo aquí." - Con cuidado, empezó a sacar la caja de la arena y, cuando finalmente logró abrirla, ¡quedó boquiabierta! En lugar de monedas o joyas, encontró cientos de cartas de colores.
"¿Qué son estas cartas, Luna?" - preguntó mientras le daba una carta para que la olfateara. "¿Crees que son mágicas?" - Luna ladró, como si estuviera de acuerdo. Sofía tomó una carta al azar y leyó:
"Querido amigo, hoy es el día perfecto para hacer una buena acción. ¡Ayuda a alguien y verás que tu día se vuelve especial!"
"¡Esto es un mensaje encantador!" - exclamó Sofía.
Decidida a seguir el consejo de la carta, Sofía miró a su alrededor y vio a un niño triste sentado solo en un banco. Se acercó y le saludó.
"Hola, soy Sofía y esta es Luna. ¿Por qué estás tan triste?"
El niño, llamado Tomás, suspiró. "No tengo con quién jugar. Todos mis amigos están en casa."
"¿Te gustaría jugar con Luna y conmigo?" - preguntó Sofía.
"¡Sí!" - respondió Tomás, su rostro iluminándose.
Sofía, Tomás y Luna pasaron la tarde jugando juntos. Jugaron a la pelota, saltaron, rieron y se divirtieron tanto que olvidaron la tristeza. Sofía se dio cuenta de lo feliz que se sentía al ayudar a alguien más. Al final del día, Tomás les dijo:
"Fue el mejor día de mi vida. Gracias, Sofía, y gracias, Luna."
Luna movía la cola con entusiasmo, como si entendiera la importancia de la amistad.
De regreso a casa, Sofía le dijo a Luna:
"Hoy descubrí que el verdadero tesoro no son las monedas ni las joyas, sino la alegría de compartir momentos con los demás. Tú me ayudaste a encontrarlo, Luna."
Luna ladró feliz, y ambas se sintieron afortunadas por tenerse la una a la otra.
Días después, decidieron seguir explorando el barrio y a cada lugar que iban, Sofía se acordaba de las cartas.
"Esta vez voy a ayudar a más personas, Luna. Vamos a juntar juguetes para los niños que no tienen."
"¡Guau!" - ladró Luna, lista para la próxima aventura.
Con su perrita a su lado, Sofía organizó una colecta de juguetes con ayuda de sus amigos en la escuela. Juntaron muchos juguetes y los llevaron al hogar de niños de la zona. Allí, Sofía sintió una calidez en el corazón al ver las sonrisas de los niños al recibir los juegos.
El director del hogar, agradecido, les dijo:
"Ustedes son verdaderos tesoros para estos niños. Gracias por su generosidad."
Desde ese día, Sofía y Luna hicieron de ayudar a los demás una tradición. Cada semana realizaban alguna actividad para compartir alegría con quienes más lo necesitaban.
Y así, Luna no solo fue la mejor amiga de Sofía, sino también su compañera de aventuras llenas de amor, amistad y generosidad.
"Siempre seremos un equipo, Luna. ¡Vamos a hacer del mundo un lugar mejor!" - exclamó Sofía, mientras Luna movía la cola, como si diera su aprobación.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.