Amor en la amistad



Había una vez un niño llamado Abraham, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes. Era un niño muy inteligente y curioso, siempre buscando nuevas aventuras para vivir.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, escuchó risas provenientes detrás de unos árboles. Curioso como siempre, se acercó sigilosamente y descubrió a una niña llamada Sandra jugando con sus amigos.

Desde ese momento, Abraham quedó cautivado por la belleza y alegría de Sandra. Pasaron los días y Abraham no podía dejar de pensar en ella. Decidió hablarle y compartir tiempo juntos. Un día, se armó de valor y se acercó a Sandra durante el recreo en la escuela.

- ¡Hola! Soy Abraham -dijo tímidamente el niño mientras sonreía nerviosamente. - ¡Hola! Mucho gusto, soy Sandra -respondió ella con una gran sonrisa-.

¿En qué puedo ayudarte? Abraham contó sobre cómo había estado observándola desde lejos y cómo le gustaría conocerla mejor. Para su sorpresa, Sandra también sentía lo mismo por él. Desde ese momento, los dos niños comenzaron a pasar mucho tiempo juntos.

Se volvieron inseparables; compartían juegos en el parque, paseos en bicicleta e incluso estudian juntos después del colegio. Su amistad crecía cada día más fuerte. Sin embargo, al cabo de algún tiempo comenzaron a surgir problemas entre ellos.

Peleaban constantemente por cosas pequeñas y discutían hasta altas horas de la noche sin llegar a ninguna solución. Un día decidieron hablar sobre lo que estaba sucediendo y encontraron la raíz de sus problemas: estaban dejando que los celos y la competitividad se interpusieran en su amistad.

Se dieron cuenta de que no podían permitir que eso arruinara lo especial que tenían. Decidieron hacer un pacto. Prometieron ser sinceros el uno con el otro, apoyarse mutuamente y celebrar los logros del otro sin envidias ni resentimientos.

A partir de ese momento, Abraham y Sandra trabajaron juntos para fortalecer su amistad. Aprendieron a escucharse y a comprenderse mejor. Descubrieron que cada uno tenía habilidades únicas y aprendieron a admirarse por ellas.

Con el tiempo, la amistad entre Abraham y Sandra se convirtió en algo más profundo. Se dieron cuenta de que estaban enamorados el uno del otro. Pero esta vez, sabían cómo manejar sus sentimientos sin dejar que afectaran su relación.

Así, Abraham y Sandra crecieron juntos, superando obstáculos y construyendo una hermosa historia de amor basada en una sólida amistad. Aprendieron valiosas lecciones sobre la importancia de la comunicación, la confianza y el respeto mutuo.

Y así fue como dos niños llamados Abraham y Sandra demostraron al mundo entero que el amor verdadero puede nacer desde una amistad genuina. El final feliz llegó cuando decidieron compartir sus vidas para siempre. Juntos construyeron un futuro lleno de aventuras, risas e infinito amor. Y vivieron felices para siempre...

FIN.

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