Amor en la combi


Había una vez en el colegio Luján Joaquín, dos amigos llamados Joaco y Gera. Todos los días, después de clases, se subían a la combi para regresar a casa. En el trayecto, compartían risas, juegos y aventuras.

Joaco era un niño rubio con ojos azules y siempre llevaba consigo su mochila llena de lápices de colores. Gera, por otro lado, era moreno y tenía una imaginación desbordante. Juntos formaban un equipo inseparable.

Un día soleado mientras esperaban la combi en la puerta del colegio, algo mágico ocurrió. Joaco miró a Gera con ojos brillantes y le confesó: "Gera, creo que estoy enamorado de ti".

Gera se sonrojó y sus ojos se iluminaron de alegría al escuchar esas palabras. Desde ese momento, su amistad dio paso a un amor muy especial. Los dos niños comenzaron a pasar más tiempo juntos fuera de la combi del colegio.

Iban al parque a jugar fútbol, construían fuertes con mantas en sus habitaciones e incluso soñaban despiertos sobre las aventuras que tendrían cuando fueran grandes. Sin embargo, no todo sería tan fácil para Joaco y Gera. Un día llegó al colegio una niña nueva llamada Sofía.

Era una niña muy bonita con cabello castaño claro y ojos verdes como esmeraldas. Sofía también empezó a tomar la misma combi que ellos.

Cuando Joaco vio por primera vez a Sofía entrar en la combi del colegio sintió cómo su corazón se aceleraba. No podía evitar mirarla y sonreírle tímidamente. Gera notó el cambio en su amigo y decidió hablar con él. - Joaco, te he visto mirando a Sofía últimamente.

¿Te gusta? Joaco bajó la cabeza, un poco avergonzado, y asintió lentamente. - Sí, Gera. Me gusta mucho Sofía, pero no quiero lastimarte - dijo Joaco con sinceridad. Gera le sonrió y le dio un abrazo reconfortante.

- No te preocupes por mí, Joaco. Si tu corazón ha encontrado a alguien más especial, lo entiendo. Lo importante es que sigamos siendo amigos para siempre.

Joaco se sintió aliviado al escuchar las palabras de Gera y prometió nunca olvidar lo valioso que era su amistad. A medida que pasaban los días, Joaco intentaba acercarse a Sofía mientras mantenía su amistad con Gera intacta.

Los tres comenzaron a pasar tiempo juntos después de clases: iban al cine, jugaban videojuegos e incluso hacían pasteles en la cocina de sus casas. Un día muy soleado, mientras estaban en el parque divirtiéndose como siempre, Joaco tomó coraje y se acercó a Sofía para decirle cómo se sentía.

- Hola Sofía - dijo nerviosamente -, quería decirte algo muy importante... Me gustas mucho y me encantaría ser tu amigo especial. Sofía sonrió dulcemente y respondió:- Joaco, eres una persona maravillosa pero ya tengo un amigo especial: ¡tú! Eres mi mejor amigo junto con Gera.

No quiero perder nuestra amistad por nada del mundo. Joaco se sintió aliviado y feliz al escuchar las palabras de Sofía.

Se dio cuenta de que el amor entre amigos era tan importante como cualquier otro tipo de amor. Desde ese día, Joaco, Gera y Sofía siguieron siendo inseparables. Juntos aprendieron que la amistad verdadera no se basa en el color del pelo o los ojos, sino en el apoyo mutuo y la alegría compartida.

Y así, cada tarde, los tres amigos subían alegremente a la combi del colegio Luján Joaquín para regresar a casa. Sabían que sin importar qué aventuras les esperaran en el camino, siempre estarían juntos para enfrentarlas con valentía y amor.

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