Amor y felicidad en dos hogares



Iriome era un niño curioso y aventurero. Le encantaba explorar el mundo a su alrededor y descubrir cosas nuevas todos los días. Pero un día, sus padres le dieron una noticia que lo hizo sentir confundido y triste.

"Iriome, queremos decirte algo importante", dijo su papá con voz suave. "¿Qué pasa?", preguntó Iriome con curiosidad. Su mamá se acercó y tomó la mano de Iriome mientras le explicaban que iban a vivir en casas separadas.

"Papá vivirá en una casa y mamá vivirá en otra", dijo su mamá con ternura. Iriome no entendía completamente qué significaba eso, pero sabía que algo estaba cambiando. Estaba preocupado por tener que estar lejos de uno de sus padres.

Pero ellos le aseguraron que siempre estarían allí para él, sin importar dónde vivieran. A medida que pasaban los días, Iriome comenzó a adaptarse a la nueva situación.

Descubrió que podía disfrutar de momentos especiales tanto con su papá como con su mamá. Aunque extrañaba verlos juntos todo el tiempo, aprendió a apreciar las experiencias únicas que compartía con cada uno de ellos. Una tarde soleada, Iriome fue a visitar a su papá en su nueva casa.

Allí encontró una sorpresa muy especial: un pequeño jardín lleno de flores coloridas. "¡Papá! ¡Mira todas estas flores!", exclamó Iriome emocionado. Su papá sonrió y le explicó cómo cuidarlas adecuadamente.

Juntos plantaron semillas y regaron las flores, creando un vínculo especial mientras trabajaban en el jardín. Por otro lado, Iriome también disfrutaba de visitar a su mamá en su nueva casa. Ella tenía una colección de libros maravillosos que compartía con él.

Cada noche antes de dormir, se sentaban juntos y leían historias mágicas. Una noche, mientras leían "El mago del bosque encantado", Iriome tuvo una idea emocionante. "Mamá, ¿y si construimos nuestro propio bosque encantado?", preguntó Iriome con entusiasmo.

Su mamá asintió emocionada y juntos comenzaron a reagarrar ramitas y hojas para crear un pequeño rincón mágico en el patio trasero. Construyeron casitas para hadas, pusieron luces brillantes y plantaron flores especiales que solo crecían en ese lugar.

Iriome estaba feliz porque había descubierto que aunque sus padres vivieran en casas diferentes, aún podía tener momentos especiales con cada uno de ellos. Aprendió que el amor no depende del lugar donde viven las personas, sino de los momentos e historias compartidas juntos.

Conforme pasaba el tiempo, Iriome se dio cuenta de algo importante: la separación de sus padres no significaba que lo amaran menos. Al contrario, ellos siempre estuvieron ahí para él cuando más los necesitaba.

Y eso era lo más valioso para él. Así fue como Iriome aprendió sobre la importancia del amor incondicional y cómo encontrar la felicidad incluso cuando las cosas cambian en nuestras vidas.

Aprendió a apreciar los momentos mágicos que compartía con sus padres y a valorar el cariño que siempre le brindaban. Y así, Iriome siguió creciendo rodeado de amor y aprendiendo cada día más sobre el mundo que lo rodeaba.

FIN.

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