Amparo, la bebé risueña



Había una vez una linda bebé llamada Amparo, quien había llegado al mundo hace apenas tres meses. Desde que nació, Amparo demostró ser una niña muy risueña, siempre con una sonrisa en su rostro que iluminaba la habitación.

Sus padres, Martín y Lucía, la amaban con todo su corazón y se dedicaban a cuidarla con cariño y paciencia. Amparo disfrutaba de descubrir el mundo que la rodeaba, observando maravillada las luces, los colores y los sonidos que la rodeaban.

"¡Mira, Amparo, estos son tus juguetes! ¿Quieres agarrar este sonajero?", le decía su mamá con entusiasmo. "¡Gu-gu, ga-ga!", respondía Amparo, riendo con alegría. Un día, la mamá de Amparo decidió llevarla a pasear por el parque.

Era una hermosa tarde de sol, y allí Amparo pudo ver las flores, los árboles y escuchar el canto de los pájaros. De repente, un globo colorido se acercó volando hacia ella. "¡Mira, Amparo, es un globo! ¿Te gusta?", exclamó su mamá.

Amparo abrió grandes sus ojitos y soltó una carcajada, extendiendo sus manitas hacia el globo. Fue entonces que algo mágico sucedió. El globo comenzó a moverse de forma caprichosa, bailando en el aire de un lado a otro sin razón aparente.

Los niños que estaban cerca se acercaron curiosos, riendo y aplaudiendo. De repente, el globo se deslizó con el viento y quedó atrapado en una rama alta de un árbol.

Los niños suspiraron decepcionados, pero Amparo, con su risa chispeante, extendió sus piececitos y agitó sus bracitos con fuerza, como queriendo alcanzar el globo. Su entusiasmo fue contagioso, y los otros niños comenzaron a reír y a aplaudir de nuevo. "¡Mira, Amparo logró que todos se diviertan!", dijo su mamá con ternura.

Y así, Amparo descubrió que su alegría podía contagiar a los demás, y que con su risa podía hacer que todos se sintieran felices.

Desde ese día, Amparo siguió creciendo rodeada de amor y alegría, regalando sonrisas a todos los que tenía cerca.

FIN.

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