Amy la tortuga colérica



Todo empieza en una tarde lluviosa en la selva amazónica. Era el día en que todos los animales debían reunirse para tomar el té. Primero llegó la tortuga, Amy, lentamente y cansada. Ella pensó que sería la última, pero no fue así; al contrario, no había nadie más. Amy se sintió un poco aliviada, aunque la lluvia seguía cayendo.

- ¡Qué ineficaz es esta lluvia! - gruñó Amy en voz alta, aunque no había nadie para escucharla. Pero justo cuando lo decía, apareció el loro Lucho, que voló muy bajo, protegiéndose de la lluvia.

- ¡Hola, Amy! - dijo Lucho tratando de animar a la tortuga,- No te enojes, la lluvia es buena para las plantas.

- ¡No me importa! - respondió Amy, frunciendo el ceño,- Solo quiero que llegue el momento de tomar el té.

Lucho se rió, - Pero estamos muy temprano. Solo llegaron algunos animales.

Amy miró a su alrededor y vio a la ardilla Cora saltando entre las ramas, al perezoso Tito colgado en su árbol, y el sabio búho Don Ramón observando desde una rama más alta.

- ¡Es una pena que no haya un chocolate caliente! - se quejó la tortuga.

Tito, con su voz lenta y pausada, dijo: - Amy, a veces hay que aprender a disfrutar lo que tenemos. Vamos a jugar un juego mientras esperamos.

Pero Amy no quería jugar; ella solo quería el té. - No quiero jugar, quiero que pase la lluvia y llegue la hora del té. ¡Todo debería ser más rápido! - insistió mientras su voz se volvía más y más fuerte.

Los demás animales se miraron entre ellos, un poco preocupados por la actitud de Amy.

- ¡Escuchame! - exclamó Cora, emocionada mientras saltaba,- ¿Qué pasaría si hacemos un picnic bajo la lluvia?

Amy la miró con desdén. - ¡Eso sería ridículo! ¡Ya tenemos un plan! Vamos a esperar sentados.

Pero mientras los otros animales empezaban a jugar en la lluvia, Amy decidió que no podía quedarse ahí. La frustración se apoderó de ella, y empezó a caminar hacia donde los demás se divertían.

- ¡Deténganse! - gritó.- ¡No escuchen a Cora! ¡No hay razón para jugar bajo la lluvia!

Los animales se detuvieron y miraron a Amy, sorprendidos por su enojo. Lucho, con su actitud amistosa, dijo: - Amy, la lluvia puede ser divertida si lo intentás. Ven, tratá de bailar con nosotros.

- ¡Danzar bajo la lluvia! - exclamó Tito con una voz soñadora,- Es una experiencia única.

Al ver que todos se divertían, Amy sintió celos, pero al mismo tiempo, algo en su interior comenzó a cambiar.

- Bueno... - dijo dudando,- tal vez... un poco de diversión no estaría mal.

Con un ligero titubeo, Amy se unió a los demás. Al principio se sintió incómoda, pero luego, al sentir las gotas de lluvia en su caparazón, comenzó a mover las patas al ritmo de la música que los demás hacían.

- ¡Mirá! ¡Amy está bailando! - gritó Cora mientras saltaba alrededor de ella.

Y así fue como, entre risas y pasos torpes, Amy empezó a disfrutar de la lluvia. La tortuga colérica se fue convirtiendo en la tortuga pasadora.

Cuando finalmente la lluvia paró, los animales estaban empapados pero felices. Se juntaron todos para tomar el té, pero esta vez, Amy no estaba enojada por la espera. En cambio, tenía una gran sonrisa.

- ¡Gracias por animarme! - dijo con voz cálida,- A veces, es bueno salir de la rutina y ser espontáneo.

Don Ramón, el búho, sonrió con satisfacción. - Así es, Amy. Siempre habrá tiempo para el té, pero la diversión no espera.

Y juntos, disfrutaron del té, mientras Amy aprendía que a veces la vida no va a la velocidad que deseamos, pero eso está bien. Siempre hay oportunidades para disfrutar y aprender de las experiencias.

Desde ese día, Amy nunca más se sintió colérica por la lluvia. En cambio, la tortuga se volvió conocida por ser quien organizaba picnics, incluso en días lluviosos, contagiando felicidad a todos con sus nuevas amistades.

FIN.

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