Amy y Chocolatada
Había una vez en un barrio muy colorido y alegre, una niña llamada Amy que tenía un hamster muy especial llamado Chocolatada. Amy y Chocolatada eran inseparables, siempre jugaban juntos y se contaban secretos al oído.
Un día soleado, Amy decidió llevar a Chocolatada a su escuela para mostrarle a todos sus compañeros lo lindo y simpático que era su pequeña mascota. Al llegar al colegio, las caritas de sorpresa de sus amigos fueron todo un poema.
Todos querían acariciar a Chocolatada y jugar con él. -¡Guau! ¡Qué lindo es tu hamster, Amy! -exclamó Lucas. -¡Ay qué tierno! -dijo Sofía con emoción. -¡Increíble! ¡Nunca vi un hamster tan simpático! -comentó Martín asombrado.
La jornada transcurría entre risas y juegos, hasta que llegó el momento de la tragedia. Mientras Chocolatada correteaba por el salón de clases, tropezó con un lápiz y cayó al suelo desmayado. Todos los niños gritaron asustados al ver al pequeño hamster inmóvil.
-¡Oh no! ¡Chocolatada está herido! -gritó Amy con angustia. -¡Rápido, alguien llame a la maestra! -exclamó Lucas preocupado. -¡No puede ser verdad! ¡Chocolatada no puede partir así! -sollozaba Sofía sin consuelo.
La maestra llegó corriendo al lugar y revisó a Chocolatada con cuidado. Lamentablemente, ya no había nada que hacer. El pequeño hamster había partido hacia el cielo de las mascotas queridas. Las lágrimas inundaron los ojos de todos los presentes.
Amy abrazaba a su amiguito animal con tristeza mientras sus compañeros intentaban consolarla con palabras de ánimo. -Pobre Chocolatada... fuiste el mejor amigo que pude tener -susurraba Amy entre sollozos. -Tranquila, Amy.
Siempre estaremos aquí para apoyarte en momentos difíciles -decía la maestra con ternura. -Chocolatada nos enseñó mucho sobre amistad y compañerismo... siempre vivirá en nuestros corazones -agregaba Lucas tratando de reconfortarla. Los días pasaron lentamente y el recuerdo de Chocolatada seguía presente en cada rincón del colegio.
Sin embargo, algo maravilloso comenzó a suceder: la unión entre los niños se fortaleció aún más después de aquella triste experiencia.
Aprendieron juntos sobre la importancia del apoyo mutuo frente a las adversidades y descubrieron que los buenos amigos siempre están ahí para levantarnos cuando caemos. Amy guardó para siempre en su memoria las travesuras y trinos de su entrañable amigo Chocolatada.
Y aunque ya no estuviera físicamente junto a ella, sabía que su espíritu juguetón seguía rondando por cada rincón del colegio donde alguna vez compartieron risas y travesuras.
Y así, entre abrazos reconfortantes y sonrisas cómplices, Amy supo que la verdadera amistad perdura más allá del tiempo y las despedidas; porque los lazos sinceros nunca se rompen, incluso cuando debemos decir adiós a quienes amamos profundamente.
FIN.