Ana en Japón
Había una vez una chica llamada Ana, quien siempre había soñado con visitar Japón. Un día, finalmente tuvo la oportunidad de ir a Tokyo en sus vacaciones de verano.
Estaba muy emocionada por conocer la cultura japonesa y probar su deliciosa comida. Cuando llegó al aeropuerto de Tokyo, Ana se sorprendió por lo diferente que era todo. Las señales estaban escritas en japonés y no entendía nada.
Pero ella estaba decidida a explorar la ciudad y aprender todo lo que pudiera. Ana caminó por las calles de Tokyo admirando los edificios altos y las tiendas llenas de productos fascinantes. De repente, se detuvo frente a un pequeño restaurante donde olía increíblemente bien.
Decidió entrar para probar algo nuevo. "¡Hola! ¿Hablas inglés?" preguntó Ana al camarero. "Sí, un poco", respondió el camarero sonriendo. "¿Podrías recomendarme algún plato típico japonés?", preguntó Ana curiosa.
"¡Claro! Te recomiendo el ramen o el sushi", dijo el camarero amablemente. Ana decidió pedir ramen y disfrutó cada bocado saboreando los fideos suaves y la salsa deliciosa. Mientras caminaba después del almuerzo, notó un grupo de niños jugando en un parque cercano.
"¡Hola!" saludaron los niños cuando vieron a Ana acercarse. "¡Hola chicos! ¿Cómo están?" respondió Ana felizmente. "Bien gracias ¿tú eres extranjera verdad?" preguntaron los niños. "¡Sí! Soy de Argentina", respondió Ana sonriendo.
"¿Quieres jugar con nosotros?" preguntó uno de los niños. "¡Claro, me encantaría!" dijo Ana emocionada. Ana se divirtió mucho jugando con los niños y aprendiendo juegos nuevos en japonés.
Cuando el sol comenzó a ponerse, decidió despedirse y continuar su aventura por la ciudad. Más tarde esa noche, mientras caminaba por las calles iluminadas de Tokyo, notó que un hombre parecía estar siguiéndola.
Se asustó pero recordó lo que le había dicho su madre antes de viajar:"Si alguna vez te sientes insegura o necesitas ayuda, busca a alguien que tenga uniforme policial o llama al número 110". Así que rápidamente buscó a un policía cercano y explicó la situación.
El oficial pudo ayudarla y asegurarse de que llegara segura a su hotel. Al día siguiente, Ana decidió visitar una tienda tradicional japonesa donde vendían kimonos hermosos. Mientras miraba algunos kimonos cerca del mostrador, notó algo extraño sobre el vendedor. "¿Estás bien?" preguntó Ana preocupada.
"Oh sí... no es nada", dijo el vendedor nerviosamente. Pero Ana no estaba convencida así que contactó al gerente del local para reportar sus sospechas.
Resulta que el vendedor había estado robando dinero de la tienda y gracias a la valentía de Ana pudieron detenerlo antes de causar más daño. A medida que pasaban los días en Tokyo, Ana descubrió más cosas interesantes sobre la ciudad y su cultura.
Aprendió a decir algunas palabras en japonés, visitó templos antiguos y probó más comida deliciosa. Finalmente, llegó el momento de regresar a casa. Ana se despidió de Tokyo con una gran sonrisa en su rostro. Había aprendido mucho sobre sí misma y sobre otra cultura.
Y lo más importante, había demostrado que incluso siendo una turista podía marcar la diferencia en un lugar desconocido.
FIN.