Ana María y el poder de las palabras
Ana María era una niña diferente. Mientras los demás chicos de su curso jugaban al fútbol o hacían dibujos en la arena, ella se perdía en las páginas de un libro. Su lugar favorito era un rincón del parque, bajo un viejo árbol que le daba sombra. Allí, se sumergía en historias de valientes caballeros, mágicas aventuras y princiesas en apuros. Pero sus amigos, Diego y Flor, no entendían su pasión.
-Un día, mientras jugaban en el parque, Diego se acercó a ella.
-¿Ana María? ¿Otra vez leyendo? ¿No te cansas de eso?
-Me encanta leer. Los libros me llevan a lugares mágicos. Mira, este habla de un dragón que defiende su tesoro. ¡Es impresionante!
-¡Qué raro! –dijo Flor, riéndose–. No sé cómo podés estar tan aburrida.
A pesar de la risa de sus amigos, Ana María continuó disfrutando de sus lecturas. Pero, un día, algo extraordinario ocurrió. Mientras leía un libro llamado "Los secretos del bosque encantado", Ana María se dio cuenta de que una luz brillante emanaba de las páginas.
-¡No puede ser! –exclamó, mientras los personajes del libro comenzaban a cobrar vida, danzando entre las hojas.
Sintiéndose intrigada y un poco asustada, decidió contárselo a sus amigos.
-¡Diego, Flor! ¡Debo mostrarles algo asombroso! Venid, por favor.
Sus amigos, escépticos pero curiosos, la siguieron hasta su rincón favorito. Allí, Ana María abrió el libro y, ante sus ojos, los personajes comenzaron a cobrar vida.
-¡Miren! Este es Ciro, el dragón que les conté, y esta es Lía, la valiente princesa.
-¡No puede ser! –dijo Diego, asombrado–. ¡Es increíble! ¿De dónde salió Ciro?
-Salió de este libro. Los libros son mágicos, sólo hay que saber cómo mirar –respondió Ana María, iluminada por su propia emoción.
Lía, la princesa del cuento, sonrió y habló.
-Gracias, Ana María, por darnos vida. Cada vez que alguien lee nuestro cuento, nos traen un poco más al mundo real. Sin los lectores, estamos condenados a sólo existir entre las páginas.
Diego y Flor se miraron sorprendidos.
-Esto es simplemente impresionante –dijo Flor, con los ojos abiertos como platos.
-Y pensar que subestimamos tu pasión por leer –agregó Diego, mientras el dragón agitaba su cola en señal de aprobación.
Ellos pasaron la tarde junto a los personajes, donde Lía les enseñó a ser valientes y Ciro les mostró la importancia de la amistad. Cuando el sol comenzó a ponerse, los personajes se despidieron.
-Recuerden, amigos –dijo Ciro–, leer es abrir la puerta a un mundo lleno de aventuras y enseñanzas. Ana María tiene el poder de invitarlos a un universo infinito.
-
¡Nos vemos en las páginas de otros libros! –añadió Lía, antes de desaparecer.
Regresando a la vida real, Diego y Flor miraron a Ana María con nuevos ojos.
-Lo sentimos, Ana. Pensábamos que lo que hacías era raro –dijo Diego.
-Pero ahora entendemos que cada libro es como una ventana a un nuevo mundo. ¡Es emocionante! –agregó Flor.
Desde aquel día, Ana María no sólo encontró en los libros sus amigos mágicos, sino que también pudo compartir su pasión con Diego y Flor. Todos los días, después del colegio, se reunían en el parque, donde Ana María les leía cuentos y juntos imaginaban nuevos finales para las historias.
Con el tiempo, sus amigos comenzaron a interesarse en la lectura. Juntos exploraron cuentos de aventuras, fantasía, y hasta poesía. Comprendieron que ser diferente no sólo era un rasgo especial, sino una forma de enriquecer su visión del mundo.
-Gracias, Ana –dijo Diego un día, mientras hojeaban un nuevo libro–. Has cambiado nuestra forma de pensar.
-Sí, leer es mágico, y tú eres nuestra guía en este viaje –agregó Flor, sonriendo.
Ana María miró a sus amigos con alegría.
-¡La lectura es para todos! Solo necesitas abrir un libro y dejar que te cuente su historia.
Y así, entre risas y aventuras, Ana María y sus amigos aprendieron que cada uno tiene algo especial que ofrecer, y que ser diferente puede ser el comienzo de algo maravilloso. Las palabras de Ana nunca dejaron de brillar, abriendo puertas a mundos infinitos. Y, juntos, vivieron felices, rodeados de letras y relatos, donde la amistad y la imaginación siempre serían la mayor aventura de todas.
FIN.