Ana Mercedes y el oso perdido
En lo profundo del bosque, Ana Mercedes se adentraba con valentía en busca de un oso perdido. La pequeña llevaba consigo una linterna, un mapa y mucha determinación.
Mientras caminaba entre los árboles, escuchó un suave gruñido que la hizo detenerse. -¿Hola? ¿Hay alguien ahí? -preguntó Ana con temor. De repente, un oso apareció entre los matorrales, pero en lugar de rugir, emitió un suave quejido.
Ana se acercó con cuidado y notó que el oso parecía tener una pata lastimada. Con ternura, la niña se acercó al oso y, con la ayuda de su linterna, examinó su herida. -Tranquilo, amiguito, ¡vamos a curarte! -dijo Ana con determinación.
Con cuidado, Ana vendó la pata del oso y lo ayudó a levantarse. Juntos emprendieron el regreso a casa, siguiendo el mapa que Ana había traído. Durante el camino, el oso y Ana se hicieron grandes amigos, compartiendo risas y aventuras.
Finalmente, llegaron al borde del bosque, donde la mamá del oso los esperaba con ansias. Llena de gratitud, la mamá oso abrazó a Ana y agradeció su valentía y compasión.
Desde ese día, Ana Mercedes aprendió que la amistad y la bondad pueden superar cualquier obstáculo, y el oso encontró en Ana un verdadero amigo para toda la vida.
FIN.