AÑA, NOSE, CEBOLLA Y EL GRAN AMAGADOR
En un pequeño y colorido pueblo llamado Verdelandia, cuatro amigos inseparables se aventuraban todos los días a descubrir nuevos rincones y aprender cosas nuevas. Eran Aña, la ardillita curiosa; Nose, el pajarito con un amor desmedido por la música; Cebolla, el conejo bromista; y Amaga, la tortuga sabia.
Un día soleado, mientras paseaban por el bosque, encontraron un arbusto lleno de frutos mágicos que nunca habían visto antes.
"¡Miren esto!" - exclamó Aña, saltando emocionada.
"Son frutitas extrañas, a ver qué sabor tienen" - dijo Cebolla, sin poder resistir la tentación.
"¡Esperen! ¿Y si son peligrosas?" - se preocupó Nose, con su pichón voz.
"Siempre es bueno tener cuidado, pero a veces hay que arriesgarse un poco" - aconsejó Amaga, que había visto muchas cosas en su larga vida.
Los cuatro amigos decidieron probar una de las frutitas. Al instante, los colores del bosque se hicieron más intensos y comenzaron a escuchar melodías suaves que venían de todos lados.
"¡Esto es increíble!" - gritó Cebolla, riéndose y dando vueltas.
"Me siento tan ligero como una pluma" - dijo Nose, volando en círculos.
"Es como si el bosque estuviera cantando para nosotros" - agregó Aña, bailando con alegría.
Pero de repente, la música comenzó a cambiar. Se convirtió en una melodía oscura y tensa. Los árboles empezaron a moverse de manera extraña, como si quisieran atraparlos.
"¿Qué está pasando?" - preguntó Cebolla, asustado.
"¡Debemos salir de aquí!" - arengó Aña, apretando los dientes.
"No, no, no, no entré en esta aventura para huir. Vamos a resolverlo!" - dijo Amaga, más sabia que asustada.
"Pero, ¿cómo?" - inquirió Nose, sintiendo que la música oscura lo envolvía.
Amaga observó detenidamente.
"Creo que si seguimos la melodía, tal vez encontremos la forma de revertirlo. ¡Concentrémonos!" - dijo, firme.
Atrapados entre el miedo y la curiosidad, los amigos decidieron hacer lo que Amaga sugirió. Se aferraron a sus lazos de amistad y siguieron la melodía oscura, que parecía guiarlos. Mientras avanzaban por el bosque, comenzaron a cantar a coro.
"Amistad, siempre juntos, hasta el final. Vamos a resolverlo, no hay que parar".
Con cada nota que emitían, la melodía oscura se tornaba más clara y agradable. Poco a poco, la energía del bosque volvió a su estado vibrante y colorido, y los árboles comenzaron a calmarse.
"¡Lo hicimos!" - gritó Cebolla, saltando de alegría.
"¡No puedo creerlo! Fue la música de nuestra amistad lo que nos ayudó" - exclamó Aña, aliviada.
Nose, aún en el aire, aplaudió contento:
"Nunca subestimen el poder de la música".
Amaga sonrió y dijo:
"Y la amistad, que nos unió en este desafío. A veces, el verdadero peligro está en el miedo. Lo importante es nunca rendirse y estar juntos".
Los amigos se abrazaron, felices de haber superado el reto, y decidieron nunca más subestimar el poder de la curiosidad y la unión. Desde ese día, no solo exploraron más allá del bosque, sino que también crearon su propio grupo musical, tocando para los demás habitantes de Verdelandia y recordando siempre que juntos son más fuertes.
Y así, Aña, Nose, Cebolla y Amaga aprendieron que a veces, las aventuras pueden ser aterradoras, pero siempre valen la pena cuando se hacen con amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.