Ana Pulga y el Misterio de su Origen



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de bosques frondosos y montañas imponentes, una niña llamada Ana Pulga. Ana era curiosa y siempre se preguntaba de dónde venía y quién la había creado.

Un día, decidió emprender un viaje en busca de su creador. - ¿Dónde estás, creador mío? -se preguntaba Ana mientras se adentraba en el espeso bosque. Caminó entre los árboles altos y escuchó el canto de los pájaros.

Pero allí no encontró a su creador. Siguió su búsqueda hasta llegar al fondo del mar, donde nadó entre corales y peces de colores brillantes. - Creador, ¿estás aquí abajo? -preguntaba Ana con ilusión. Pero el mar guardaba silencio y su creador no apareció.

Decidida a no rendirse, escaló una alta montaña nevada, enfrentando vientos helados y rocas resbaladizas. - Creador, ¿te encuentras en la cima de esta montaña? -gritaba Ana con fuerza.

Sin embargo, al llegar a la cumbre más alta, solo encontró nieve y silencio. Desanimada pero sin perder la esperanza, miró hacia el cielo estrellado y se preguntó si su creador estaría en otros planetas lejanos.

Decidió construir una nave espacial con ramas y hojas secas para emprender su viaje galáctico. Surcando las estrellas y visitando planetas desconocidos, Ana buscaba incansablemente a su creador en cada rincón del universo.

Después de tanto buscar sin éxito por todas partes posibles e imaginables, exhausta pero llena de determinación, regresó a casa. Sentada bajo un árbol centenario cerca de su hogar, cerró los ojos y susurró:- Creador querido...

¿dónde estás? Fue entonces que una brisa cálida acarició su rostro y una voz dulce resonó en su corazón: "Estoy aquí contigo desde el principio". Ana abrió los ojos sorprendida para descubrir que frente a ella no había ninguna figura visible ni forma definida; solo sentía una presencia amorosa envolviéndola como un abrazo reconfortante.

Entonces comprendió que su creador siempre había estado presente en cada brizna de hierba, en cada gota de lluvia que caía delicadamente sobre la tierra; estaba en el susurro del viento y en el calor del sol que acariciaba su piel.

Sonriente y llena de paz interior por haber encontrado finalmente lo que tanto buscaba dentro de sí misma, Ana Pulga entendió que no necesitaba ver a su creador con los ojos para sentirlo presente; bastaba con abrir su corazón para reconocerlo en todo lo bello que la rodeaba.

Y así termina esta historia donde Ana Pulga aprendió que encontrar a alguien especial va más allá de buscar afuera; muchas veces simplemente hay que detenerse un momento para mirar dentro nuestro mismos.

FIN.

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