Ana y el baile de la igualdad
Ana era una niña afroecuatoriana de 5 años, llena de energía y alegría. Vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos. A pesar de su corta edad, Ana entendía la importancia de su cultura y tradiciones, pero a veces sentía que no eran tan valoradas como las de otras personas. En su clase, muchas veces escuchaba comentarios y bromas que no le gustaban. Un día, Ana decidió que quería hacer algo al respecto. Le contó a su abuela sobre su deseo de compartir sus tradiciones y cultura con sus compañeros para fomentar la igualdad y eliminar los estereotipos raciales.
Su abuela, una mujer sabia y amorosa, escuchó atentamente a Ana y le dijo: 'Mi niña, es maravilloso que quieras compartir tu cultura y tradiciones. Recuerda que la igualdad y el respeto comienzan con la educación y la comprensión'. Con el consejo de su abuela, Ana decidió organizar una presentación especial para su clase. Quería mostrarles a todos lo hermosa y diversa que era su cultura.
Ana practicó durante días con su abuela, aprendiendo pasos de baile tradicionales y cantando canciones llenas de alegría. Finalmente, llegó el día de la presentación. Ana se paró frente a sus compañeros, nerviosa pero emocionada. 'Hoy quiero compartir algo muy especial con todos ustedes', dijo con valentía. Comenzó a bailar al ritmo de la música tradicional, moviendo sus caderas y brazos con gracia y elegancia. Sus compañeros la miraban asombrados, hipnotizados por la belleza de la danza y la música. Ana les enseñó las palabras de la canción y les mostró cómo tocar instrumentos tradicionales. Al terminar, sus compañeros aplaudieron emocionados.
-'¡Eso estuvo increíble, Ana! Nunca antes habíamos visto algo así', exclamó su amiga Sofía.
-'Gracias, Ana, por compartir algo tan hermoso con nosotros', dijo Martín, otro de sus compañeros. Ana sonrió, feliz de haber logrado su objetivo. A partir de ese día, sus compañeros mostraron más interés en aprender sobre la cultura de Ana. Comenzaron a hacer preguntas, a leer libros sobre la historia de su pueblo y a respetar sus tradiciones.
Ana se sentía orgullosa de haber contribuido a fomentar la igualdad y el respeto en su clase. Sabía que, aunque era pequeña, podía hacer grandes cambios. Nunca más escuchó comentarios o bromas hirientes. Todos en su clase entendieron la importancia de valorar y respetar las diferencias. Y así, Ana y sus compañeros bailaron juntos hacia un futuro de igualdad y no discriminación.
FIN.