Ana y el Poder de la Concentración



Ana era una niña muy especial. Siempre tenía la cabeza en las nubes, soñando con aventuras y mundos lejanos. Sin embargo, esa distracción la metía en problemas en la escuela. Un día, su profesora, la señora Pérez, la llamó a su escritorio, claramente molesta.

"Ana, esta es la tercera vez que no escuchás lo que estoy explicando. Necesito que prestes atención, por favor" - dijo la señora Pérez, con un tono firme.

Ana bajó la mirada, ruborizada. Ella no quería ser un problema, simplemente su mente siempre se perdía en otras historias. Después de varias charlas con sus padres, decidió cambiar de escuela, con la esperanza de que un nuevo ambiente le haría bien.

En su primer día en la nueva escuela, Ana se sentía nerviosa. Cuando llegó, se dio cuenta que todos los niños parecían tener amigos y ella estaba sola en un rincón del patio.

"Hola, soy Ana" - se presentó, tímidamente, a un grupo de chicas que jugaban a la pelota.

"¡Hola! Soy Sofía, y estas son Lucía y Carla. ¿Querés jugar con nosotras?" - respondió Sofía, sonriendo.

Ana sonrió y se unió a ellas. Sin embargo, durante la clase, el viejo problema de la distracción volvió a asediarla. Miraba por la ventana, observaba a los pájaros volar y se perdía en sus pensamientos. La señorita Gómez, su nueva profesora, también notó su falta de atención.

"Ana, me gustaría que me dijeras qué estamos estudiando ahora, por favor" - preguntó la señora Gómez, con voz paciente.

"Eh... mmm... sobre las plantas..." - respondió Ana, confundida, bajando la mirada.

Con el tiempo, sus nuevas amigas la ayudaron a concentrarse un poco más. Un día, decidieron organizar un concurso de recitación. La señora Gómez alentó a todos a participar. Ana sintió nervios y emoción al mismo tiempo.

"No sé si puedo hacerlo" - le confesó a Sofía.

"¡Claro que podés! Solo tenés que pensar en lo que te gusta hacer y dejar que fluya" - la animó Sofía.

En la semana previa al concurso, Ana comenzó a practicar. Empezó a concentrarse mejor y a enfocarse en lo que decía. Las palabras cobraban vida en su mente, y se sentía más entusiasmada que nunca. El día del concurso llegó y, sintiendo mariposas en el estómago, se subió al escenario. Miró a su alrededor y vio a sus amigas sonriendo.

"Hola, soy Ana y hoy voy a recitar un poema sobre la naturaleza" - comenzó, con voz temblorosa; pero a medida que seguía hablando, su confianza creció.

Cuando terminó, toda la escuela aplaudió. Ana sonrió, se sintió feliz, pero sobre todo, se dio cuenta de que había superado su distracción en un momento tan importante.

Desde ese día, Ana siguió esforzándose por concentrarse. Ya no quería que su mente vagara tan lejos. Pronto se dio cuenta de que le gustaba aprender y que podía hacerlo si se lo proponía. A medida que pasaban los días, sus notas mejoraron y sus amigas se volvieron inseparables.

Cuando llegó fin de año, Ana recibió un reconocimiento por su esfuerzo y superación. En la ceremonia, Sofía le dio un abrazo y le dijo:

"¡Ves! Siempre supimos que eras capaz de esto" - sonrió orgullosa.

Ana sonrió de oreja a oreja, sintiéndose más feliz que nunca. Había aprendido que con esfuerzo, todo es posible, y que a veces, cambiar de rumbo puede hacer una gran diferencia en nuestras vidas.

FIN.

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