Ana y el Sueño de la Aventura



Era una soleada mañana en la ciudad de Buenos Aires. Ana, una niña curiosa y llena de energía, se despertó con una gran sonrisa. Sin embargo, a medida que avanzaba el día, comenzó a sentir un fuerte sueño que la llevaba a cabecear en cada rincón de su casa.

"- ¡Mamá, tengo mucho sueño!" - se quejó Ana mientras intentaba abrir los ojos y combatir el letargo.

"- Quizás sería bueno que tomes una siesta, Ana" - sugirió su mamá, mientras llenaba la cuna de su hermanito.

"- Pero no quiero perderme de nada. Hoy es el día de la gran aventura en el parque. Mis amigos van a estar ahí. Además, ¡hay un concurso de cometas!" - respondió, intentando recordar todas las cosas que deseaba hacer.

Ana era una amante de las aventuras, y el parque siempre era un lugar mágico lleno de juegos y risas. Así que decidió que no iba a dejar que el sueño la venciera. A pesar de estar cansada, se preparó y salió de casa.

Al llegar al parque, se encontró con sus amigos, Sofía y Tomás, quienes estaban volando sus cometas. Sin embargo, cada vez que intentaba correr o jugar, sus ojos se cerraban de a ratos, y perdía la concentración.

"- ¡Ana, corre más rápido!" - gritó Sofía mientras su cometa azul surcaba el cielo.

"- Estoy tratando! Pero... tengo tanto sueño..." - contestó Ana con una risita cansada. Justo en ese momento, se dio cuenta de que su cometa, que había dejado sobre el césped, estaba en el suelo.

"- ¡Oh no!" - exclamó.

Sin pensarlo, corrió hacia ella. Con el esfuerzo, sintió una ola de cansancio pero, al mismo tiempo, una chispa de adrenalina. Su mente comenzó a pensar en cómo hacer volar su cometa.

"- Tal vez si la hago correteando por el césped..." - empezó a murmurar mientras se preparaba para intentar una vez más.

Y así fue. ¡Corrió! Cada paso se sentía como un pequeño desafío.

"- ¡Sí, lo logré!" - gritó con alegría, mientras su cometa comenzaba a elevarse hacia el cielo.

Pero de repente, un viento fuerte sopló y la cometa de Tomás, lila y brillante, se enredó con la suya.

"- ¡No!" - dijo Tomás, preocupado.

"- Esperá, tal vez podamos solucionarlo juntos. Ven, ayudame a desenredar las cuerdas" - sugirió Ana, sintiendo una nueva energía dentro de ella.

Ambos comenzaron a trabajar en equipo. A pesar de su cansancio, ellas rieron mientras trataban de desenredar.

Cuando al fin lograron separarlas, ambos se sintieron felices y cansados a la vez.

"- ¡Gracias, Ana!" - le dijo Tomás.

"- ¡No hay problema! La amistad siempre vale la pena, aunque tenga sueño" - respondió Ana.

Después de un rato volando sus cometas, Ana ya no podía más.

"- Chicos, creo que debo ir a casa a descansar. Cuando uno tiene sueño, a veces es mejor escuchar a su cuerpo" - dijo, con una sonrisa.

"- Tenés razón, Ana. ¡Pero hoy fue una gran aventura!" - añadió Sofía.

Ana regresó a casa, sintiéndose feliz por todas las cosas que había logrado hacer a pesar del cansancio. Se acomodó en su cama, y mientras cerraba los ojos, pensaba en lo emocionante que había sido volar su cometa y ayudar a sus amigos.

"- Mañana aventura, te prometo que estaré descansada" - susurró antes de dormir.

Y así, Ana comprendió que aunque a veces es importante no dejarse ganar por el sueño, está bien también escuchar a su cuerpo y permitirse descansar. Y así, además, se preparó para el día siguiente lleno de nuevas aventuras.

FIN.

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