Ana y el Sueño del Ballet



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de San Lucía, y Ana, una niña de diez años, se preparaba para su clase de ballet. Desde que era muy pequeña, soñaba con bailar como las bailarinas que veía en la televisión. A Ana le encantaba la elegancia de los tutús y la musicalidad de la danza.

"¡Mamá, no puedo esperar a que comience la clase!" - exclamó Ana mientras ataba sus zapatillas.

"Recuerda, Ana, siempre hay que esforzarse y practicar. ¿Cuánto tiempo estuviste ensayando el nuevo pas de dos?" - le respondió su mamá con una sonrisa.

"Solo un poco, pero hoy voy a sorprender a la maestra, ¡ya verás!" - dijo Ana con confianza.

Llegó a la escuela de danza y vio a sus amigas estirándose y riendo. La maestra, la señora Rosa, entró al estudio con una energía que iluminaba el lugar.

"¡Buenos días, bailarinas! Hoy tenemos una sorpresa: vamos a preparar una presentación para el festival de primavera!" - anunció la señora Rosa.

Ana sintió que su corazón latía más rápido.

"Seré la estrella del show, tengo que dar lo mejor de mí!" - pensó.

Mientras ensayaban la coreografía, un grupo de chicas más grandes comenzó a reírse de Ana.

"Miren a la pequerrecha, ¿quiere ser la primera en el festival?" - dijo una de las bailarinas, burlándose.

A Ana le dio un poco de miedo, pero decidió no dejarse afectar.

"Voy a mostrarles que con esfuerzo todo se puede, aunque sea pequeña" - se dijo a sí misma.

Los días pasaron, y Ana practicaba cada vez más, con la ayuda de su mamá. Se levantaba temprano y ensayaba frente al espejo. Un día, tras muchas horas de práctica, llegó a su clase y le mostró a la señora Rosa lo que había aprendido.

"¡Ana! ¡Eso fue impresionante!" - exclamó la maestra, sorprendida.

Ana se sintió muy feliz, pero todavía había un desafío: el día del festival se acercaba y aún no había elegido su traje. Allí fue cuando recordó algo importante:

"Momento, tengo que hacer algo especial para este día. ¡Diseñaré mi propio tutú!" - dijo emocionada.

Se reunió con su mamá y juntas comenzaron a coser y decorar un hermoso tutú de color celeste, lleno de brillos. El día del festival, Ana se vestía frente al espejo y no podía creer lo hermoso que había quedado.

Cuando llegó el momento de bailar, Ana sintió mariposas en el estómago, pero respiró hondo y recordó todas las horas de práctica. La música comenzó a sonar, y Ana se dejó llevar.

"¡Mirá, ahí va Ana!" - susurró su mamá entre la multitud, emocionada.

Ana bailó como siempre había soñado, con una gracia que parecía sacada de un cuento de hadas. La gente la aplaudía, y hasta las chicas que habían reído de ella ahora la miraban con admiración.

Al finalizar su actuación, la señora Rosa se acercó

"Ana, estoy tan orgullosa de ti. Has trabajado muy duro y lo demostraste hoy. ¡Eres una estrella!"

Los aplausos resonaron en el aire.

"Gracias, señora Rosa. No hubiera podido sin el apoyo de mi mamá y de mis amigas" - contestó Ana, sonriendo.

Desde ese día, Ana aprendió dos cosas importantes: que nunca hay que dejarse intimidar por otros y que, con esfuerzo y dedicación, los sueños pueden hacerse realidad.

Cuando regresó a casa, su mamá la abrazó.

"Hoy has brillado, Ana. Estoy muy orgullosa de ti" - dijo su mamá, su voz llena de cariño.

Ana sonrió, con el corazón lleno de felicidad. Comenzó a soñar en grande, porque ya sabía que cada paso en su danza era un paso hacia sus sueños.

FIN.

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