Ana y Ele en el Pueblo Encantado



En un rincón oculto del mundo, existía un pueblo llamado Cuentanubes, famoso por sus colores vibrantes y sus hermosas calles empedradas. No obstante, los habitantes del lugar decían que estaba embrujado.

Ana y Ele, dos amigas inseparables con una gran curiosidad, decidieron explorar el pueblo un soleado día de primavera. Con una mochila llena de caramelos y mucho entusiasmo, partieron hacia Cuentanubes.

"¿Viste esa gran montaña de colores?", dijo Ana, apuntando al horizonte.

"Sí, parece un arcoíris gigante. Vamos a averiguar qué hay ahí", respondió Ele, con su característico brillo en los ojos.

Al llegar al pueblo, se dieron cuenta de que todo tenía un aire mágico, pero también un poco extraño. Las puertas se cerraban solas, y los árboles parecían susurrar secretos. Sin embargo, lo que más les llamó la atención fue un enorme cartel que decía: "Cuidado con la bruja que vive en la montaña arcoíris".

"¡¿Una bruja? !", exclamó Ana, asustada.

"No hay que tener miedo, quizás solo sea un cuento", aseguró Ele con determinación.

Se adentraron en el pueblo, donde conocieron a una anciana que tejía redes de hilos de colores.

"¿Eres la bruja?", preguntó Ana con desconfianza.

"No, soy Clarisa, la tejedora de sueños. La bruja de la montaña es solo un mito", respondió la anciana, sonriendo.

"¿Mito? Entonces, ¿qué pasa con las cosas extrañas?", preguntó Ele.

"Cada uno ve lo que quiere ver. A veces, nuestras propias inseguridades nos hacen imaginar cosas que no son reales".

Intrigadas, las niñas continuaron su camino, encontrando más personajes peculiares: un perro que hablaba y un gato que contaba historias.

"Me llamo Rufus", dijo el perro.

"Yo soy el gato soñador. ¿Quieren escuchar cómo se detuvo el tiempo en esta montaña?", ofreció el felino.

Ambos comenzaron a contar cómo, en tiempos antiguos, una joven bruja había querido hacer feliz a toda su comunidad, pero había cometido un error y, por ello, se había retirado a la montaña con su tristeza.

"Si queremos que el pueblo recupere su alegría, deberemos ayudarla", dijo Ana, emocionada.

"Pero, ¿cómo?", preguntó Ele.

"Tal vez necesitemos encontrarla y hacerle entender que no hay que tener miedo de los errores".

Y así fue como las dos amigas comenzaron su aventura hacia la montaña arcoíris.

Caminando por senderos mágicos, se enfrentaron a varios desafíos: un río de risas que no las dejaba avanzar hasta que contaran un chiste, y un laberinto de espejos que reflejaba sus miedos. Tuvieron que concentrarse y ser valientes, recordando las palabras de Clarisa: "Lo que vemos también depende de cómo miramos el mundo".

Finalmente, al llegar a la cima de la montaña, se encontraron con la bruja, que en realidad era una mujer joven y triste, rodeada de colores brillantes.

"¿Qué hacen aquí?", preguntó la bruja con voz apagada.

"Queremos ayudarte", dijo Ana.

"No tienes que estar sola, tus errores no definen quién sos", agregó Ele.

La bruja las miró con sorpresa, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió.

"No sabía que podía cambiar prejuicios de otros. Pensé que había fallado, y que no podría ser feliz de nuevo".

"Los errores son simplemente lecciones. Los amigos están para ayudarse. Juntas, podemos hacer que este pueblo vuelva a ser alegre", sugirió Ana.

La bruja, conmovida, decidió utilizar su magia para revivir el pueblo. En poco tiempo, las risas y colores empezaron a florecer de nuevo en Cuentanubes.

Ana y Ele regresaron a su hogar con corazones llenos de alegría, recordando que la verdadera magia reside en la amistad, la valentía y el poder de cambiar la perspectiva.

Desde ese día, el pueblo nunca dejó de ser un lugar mágico, donde los cuentos y la verdadera esencia de lo que somos brillaban más que cualquier hechizo.

"¿Lo ves, Ana? La magia no siempre es como la cuentan, a veces vive en nuestras decisiones y en cómo vemos el mundo", reflexionó Ele.

"Sí, somos las dueñas de nuestra propia historia", concluyó Ana, sonriendo y sabiendo que cada aventura es solo el comienzo de otra.

FIN.

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