Ana y Jaime Viajan a las Estrellas



Era una noche clara en el pequeño pueblo de Azulito, donde Ana y Jaime, dos amigos inseparables, observaban el cielo estrellado desde el jardín de la casa de Ana. Cada estrella parecía susurrar secretos de otros mundos, y su imaginación volaba alto.

- ¡Mirá, Jaime! Esa estrella parece que está bailando - dijo Ana señalando una estrella que brillaba intensamente.

- ¿Te imaginas qué habrá más allá? - respondió Jaime con los ojos brillantes. - Podríamos ser astronautas y viajar a las estrellas.

- ¡Eso sería increíble! - exclamó Ana. - Pero, ¿cómo haríamos para llegar tan lejos?

Los dos amigos comenzaron a soñar en voz alta. Hablaban de cohetes y naves espaciales, de planetas coloridos y criaturas fantásticas que pudieran vivir en ellos. Así, decidieron construir su propia nave. Durante semanas, recolectaron materiales en el vecindario: cajas de cartón, botellas vacías y todo lo que consideraban útil.

Un buen día, finalmente, terminaron su nave. Era un poco torpe, pero más que perfecta para ellos. Se llamaron a sí mismos "Los Viajeros Celestiales".

- ¡Listo! - dijo Ana mientras ponía la última caja de cartón en su nave. - ¡Estamos listos para despegar!

- ¡Sí! - gritó Jaime, subiendo primero a la nave. Pero en ese instante, el viento comenzó a soplar fuerte, y la nave se movió. Ana se aferró con fuerza mientras Jaime reía.

- ¡Ajustá tu cinturón, piloto! - gritó Jamie, usando un viejo cinturón que habían encontrado.

De repente, un destello luminoso iluminó el cielo. Una nube mágica pasó volando y envolvió a la nave en un suave brillo. Ana y Jaime sintieron un mareo, como si estuvieran girando en una montaña rusa. Cuando la luz se desvaneció, ¡estaban en un planeta desconocido!

- ¡Mirá! - dijo Jaime, asombrado. - ¡Estamos en otro planeta!

A su alrededor, había árboles de colores vibrantes, flores que cantaban al viento y animales curiosos que se acercaban a ellos.

- ¡Esto es increíble! - gritó Ana. - Debemos explorar.

Mientras caminaban, encontraron un pequeño grupo de criaturas parecidas a conejos, pero con alas brillantes.

- Hola, viajeros del cielo - saludó uno de ellos. - Soy Lumy. ¿Qué los trae a nuestro hogar?

- ¡Nosotros somos de la Tierra! - dijo Jaime emocionado. - Vinimos a ver las estrellas y a explorar.

- ¡Bienvenidos! - exclamó Lumy. - Aquí hacemos un festival cada mil años para celebrar la amistad entre mundos. ¿Quieren ayudar a prepararlo?

Ana y Jaime se miraron y sonrieron. No podían creer que estaban viviendo una aventura tan fantástica. Pasaron el día ayudando a Lumy y sus amigos a decorar el lugar con luces brillantes y música alegre.

De repente, justo antes de la fiesta, empezó a llover. Pero no eran gotas de agua, ¡eran estrellas!

- ¡Esto es mágico! - clamó Ana.

Los viajeros y sus nuevos amigos comenzaron a recoger las estrellas y, mientras lo hacían, notaron que cada una tenía un brillo especial y traía consigo un deseo.

- ¿Qué harían con un deseo? - preguntó Lumy, mirando a Ana y Jaime.

- Yo deseo que todos en la Tierra puedan conocer la belleza de las estrellas - dijo Ana.

- Y yo deseo que la amistad siempre trascienda las distancias - añadió Jaime con una gran sonrisa.

A los pocos momentos, todas las estrellas recogidas volaron hacia el cielo, creando un espectáculo deslumbrante. El festival comenzó con alegría, baile y risas. Los dos amigos se sintieron parte de algo asumamente especial.

Finalmente, cuando la fiesta terminó, Lumy les dijo:

- Deben regresar a su hogar ahora. Pero no olviden sus deseos y la magia de esta noche.

Ana y Jaime se montaron nuevamente en su nave y, con un brillo en sus ojos, sintieron que estaban de vuelta en casa. Al mirar hacia el cielo, vieron a todas sus estrellas danzando y recordaron el mágico encuentro. Incluso sin ser astronautas de verdad, habían viajado a un mundo maravilloso.

Al día siguiente, compartieron su aventura con los demás niños del barrio, quienes se unieron para construir sus propias naves y soñar. Ana y Jaime supieron que, aunque a veces la vida era difícil, la imaginación podía llevarte a lugares increíbles.

Y así, la historia de Ana y Jaime no solo inspiró a otros a soñar, sino que también les enseñó que las aventuras están más cerca de lo que parecen, y que con un poco de creatividad y amistad, se pueden alcanzar las estrellas.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!