Ana y la flor curativa



Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, una niña llamada Ana. Ana era una niña valiente y amorosa que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Vivía con sus padres en una casa acogedora cerca del río. Un invierno, una extraña enfermedad de influenza azotó el pueblo. La gente caía enferma uno tras otro, incluyendo a los padres de Ana.

La pequeña se encontraba muy preocupada por su familia y amigos. A pesar de sus esfuerzos por cuidarlos, Ana también se contagió. Un día, mientras descansaba en cama con fiebre alta, Ana escuchó un murmullo afuera de su ventana.

Se levantó lentamente y abrió la cortina para ver quién era. Para su sorpresa, vio a un búho majestuoso posado en la rama de un árbol cercano. "Hola, pequeña Ana", dijo el búho con voz sabia y calmada. Ana se quedó boquiabierta al ver al búho hablar.

Nunca había conocido a un animal que pudiera comunicarse como lo hacía él. "¿Quién eres tú?", preguntó Ana con curiosidad. El búho extendió sus alas y respondió: "Soy Oli, el guardián del bosque.

He venido a ayudarte en tu momento de necesidad". Ana sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero decidió confiar en el amable búho.

Oli le explicó a Ana que tenía que embarcarse en un viaje para encontrar la flor mágica que curaría a todos los enfermos del pueblo, incluyéndola a ella misma. Le dio a Ana un mapa dibujado en hojas secas y le indicó el camino hacia el bosque encantado donde crecía la flor especial.

Con determinación en su corazón, Ana se despidió de Oli y emprendió su viaje hacia lo desconocido. El bosque estaba cubierto de nieve y silencioso como nunca antes lo había visto; sin embargo, no permitió que eso la detuviera.

Después de horas caminando entre los árboles helados, finalmente llegó al claro donde crecían las flores mágicas. Eran tan hermosas como Oli las había descrito: brillantes y resplandecientes bajo la luz del sol invernal.

Sin perder tiempo, recolectó varias flores y regresó al pueblo corriendo lo más rápido que pudo. Al llegar allí, preparó una infusión con las flores mágicas siguiendo las instrucciones precisas dadas por Oli. Uno por uno, comenzando por sus padres hasta cada persona enferma del pueblo, les administraba la infusión curativa.

Pronto todos empezaron a recuperarse milagrosamente gracias al poder sanador de las flores mágicas. Finalmente fue el turno de Ana para beber la infusión curativa; poco a poco sintió cómo su fiebre disminuía hasta desaparecer por completo.

Se sentía fuerte y llena de energía nuevamente. El pueblo entero celebró la valentía y determinación de Ana para salvarlos a todos con las flores mágicas del bosque encantado.

Desde ese día en adelante, cada invierno recordaban esta historia como un ejemplo vivo del poder del amor incondicional y la solidaridad ante cualquier adversidad.

FIN.

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