Ana y la Rana del Universo



Era un día soleado en el jardín de Ana, una niña curiosa y llena de imaginación. Mientras jugaba entre las flores, vio algo moverse entre los arbustos. Se acercó y, para su sorpresa, encontró una pequeña rana con un brillo especial. Tenía escamas que reflejaban los colores del arcoíris.

"¡Hola, ranita!" - dijo Ana, agachándose para observarla de cerca. La rana la miró con grandes ojos redondos y sonrió. "¡Hola, Ana! Soy Rani, la Rana del Universo." - respondió con una vocecita melodiosa.

Ana no podía creer lo que escuchaba. "¿Rana del Universo? ¿Qué significa eso?" - preguntó fascinada.

"Significa que puedo viajar a lugares mágicos y ayudarte a descubrir cosas increíbles. ¿Te gustaría venir conmigo?" - propuso Rani, salteando con alegría.

Ana sintió una mezcla de emoción y un pequeño pinchazo de nervios. "¡Sí, claro!" - exclamó. En un abrir y cerrar de ojos, Rani dio un salto y una luz brillante los envolvió.

De repente, Ana se encontró en un lugar asombroso, lleno de estrellas brillantes, planetas de colores y constelaciones danzantes.

"¡Wow! Es hermoso aquí!" - gritó Ana mientras miraba a su alrededor con asombro.

"Sí, cada estrella tiene una historia que contar. Vamos, te llevaré a visitar a algunas de mis amigas del universo." - dijo Rani, mientras comenzaban a flotar entre las estrellas.

A medida que avanzaban, vieron un planeta lleno de flores que cantaban. "¡Hola, visitantes del universo!" - cantaron las flores, llenas de colores vivos. Rani presentó a Ana y todas las flores comenzaron a reír y a bailar.

"¿Cómo hacen para cantar?" - preguntó Ana, intrigada.

"Cada flor tiene una melodía única, creada por su esencia. Si escuchás con atención, podés oír la música del universo en cada rincón" - explicó Rani.

Después de explorar el planeta de las flores cantantes, Rani la llevó al borde de un anillo de asteroides que giraba como un carrusel. "Estos son los asteroides bailadores. Si te subís a uno, ¡podés girar infinito!" - dijo Rani emocionada.

"¿Y es seguro?" - preguntó Ana algo preocupada.

"Claro, solo hay que recordar que hay que mantener el equilibrio. ¡Vamos a intentarlo juntas!" - animó Rani.

Ana se subió a un asteroide con cuidado y, al principio, se sintió un poco inestable. "¡Ay! ¿Y si me caigo?" - exclamó.

"Confía en ti misma, Ana. El equilibrio viene con la práctica. Solo ten fe en lo que puedes lograr." - le dijo Rani mientras lo demostraba saltando juguetonamente entre los asteroides.

Ana respiró hondo y empezó a mover su cuerpo al ritmo del giro. ¡De repente, se sintió ligera y libre!"¡Lo logré!" - gritó mientras giraba con gracia.

Más tarde, se encontraron con una constelación de animales del zodiaco que contaban historias sobre el pasado del universo. Ana quedó fascinada con cada relato, pues descubrió que la curiosidad y el conocimiento siempre llevaban a aventuras.

Finalmente, Rani llevó a Ana a un pequeño rincón del espacio donde flotaba un corazón de estrellas. "Este es el lugar donde se guardan los sueños. ¿Qué soñás, Ana?" - preguntó Rani.

Ana pensó unos momentos y luego dijo: "Sueño con aprender sobre todo lo que hay en el universo y compartirlo con mis amigos. ¡Quiero inspirarlos a explorar también!"

Rani sonrió y le dijo: "Entonces, es tu momento de brillar. Cada vez que compartís lo que aprendés, ayudás a que otros también sueñen. ¡Así que nunca dejes de explorar!"

Con esas palabras resonando en su corazón, Ana sintió que era hora de regresar.

"Te agradezco, Rani. ¡Fue la mejor aventura de mi vida!" - dijo Ana mientras la luz de vuelta comenzaba a envolverlas.

Al despertar en su jardín, todo parecía igual, pero Ana sentía que había cambiado. Gracias a Rani, había aprendido a ser valiente y a buscar siempre el conocimiento. Comenzó a contarles a sus amigos sobre sus aventuras en el universo, invitándolos a explorar juntos.

"Chicos, ¿quieren escuchar lo que viví? ¡El universo es increíble!" - dijo Ana con una gran sonrisa.

Y así, con la magia de la rana y un corazón lleno de sueños, Ana inspiró a todos a mirar más allá de las estrellas y a seguir sus propias aventuras.

FIN.

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