Ana y su Amistad con las Ranas
Era un soleado y calido día en el pueblo de Valle Verde, donde vivía una niña llamada Ana. Ana era una niña alegre, le encantaba jugar al aire libre, correr por el campo y recoger flores. Sin embargo, había algo que la hacía temblar de miedo: ¡las ranas! Cada vez que oía un croar, se escondía detrás de su madre o de cualquier adulto presente.
"Mamá, ¿podemos jugar en el parque, lejos de las ranas?" - le decía siempre con voz temblorosa.
Un día, mientras jugaba con su mejor amiga, Mariela, cerca de una charca, Ana vio un pequeño sapo saltando sobre las piedras. Sus ojos se abrieron como platos y rápidamente dio un paso atrás, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
"¿Qué te pasa, Ana?" - preguntó Mariela, notando su miedo.
"¡Es una rana! No puedo acercarme, me da mucho miedo." - respondió Ana, nerviosa.
Mariela, que siempre había sido valiente, decidió que era el momento perfecto para ayudar a su amiga.
"Ven, Ana, las ranas son más amigables de lo que crees. Vamos a observarla desde allá." - sugirió Mariela, señalando a una distancia prudente.
Ana dudó un momento, pero su curiosidad pudo más que su miedo. Con un profundo suspiro, se acercó a Mariela.
Cuando llegaron cerca de la charca, observaron cómo el pequeño sapo se acomodaba sobre una hoja. Tenía un color brillante, y con cada movimiento, parecía tener una alegría especial.
"Mirá, Ana, no se mueve para asustarnos. Solo es un sapito buscando el sol," - comentó Mariela.
Ana decidió observar un poco más de cerca, sosteniendo la mano de Mariela.
De repente, el sapo dio un salto y cayó en el agua.
"¡Ay, no! ¿Y si viene hacia nosotras?" - gritó Ana, dando un paso atrás.
"Despreocúpate, Ana. Las ranas no son peligrosas. Solo están tratando de hacer su vida. Son parte de la naturaleza. ¡Mirá cómo nada!" - le dijo Mariela, sonriendo mientras señalaba al sapo chapoteando alegremente.
Ana observó detenidamente y no pudo evitar sonreír. A pesar de su miedo, empezaba a encontrar ese pequeño sapo encantador.
"¿Sabías que las ranas ayudan al medio ambiente? Son muy importantes porque controlan plagas como mosquitos. Cuantas más ranas haya, menos mosquitos habrá para picarnos. ¡Son amigas de la naturaleza!" - explicó Mariela.
Ese justo momento, el sapo dio otro salto y salió del agua, dejando un pequeño charco. Ana sintió una mezcla de miedo y emoción.
"¿Y si yo le hablo?" - preguntó Ana, sintiéndose un poco más valiente.
"¡Sí! ¿Por qué no?" - respondió Mariela.
Ana se inclinó un poco, acercándose al sapo con voz suave,
"Hola, sapito. No te quiero hacer daño. Solo te quiero conocer."
Para su sorpresa, el sapo simplemente la miró y volvió a saltar, y eso hizo que Ana riera.
"¡Mirá! Creo que le gustó escucharme. "
Así, lo que comenzó como un día lleno de miedo, se convirtió en una hermosa y memorable aventura. Ana finalmente comprendió que las ranas eran seres alegres y útiles, y que su miedo era solo una ilusión.
Con el tiempo, Ana siguió explorando la naturaleza. Aprendió sobre diferentes especies de animales, plantas y hasta cómo plantar un pequeño jardín. Cada vez que veía una rana, en lugar de correr, sonreía y le decía:
"Hola, amigo sapo, ¡gracias por hacer de este mundo un lugar mejor!"
Así fue como Ana superó su miedo y se convirtió en una gran defensora de la naturaleza, enseñando a otros niños que comprender a los que tememos puede convertir el miedo en amistad. La pequeña Ana, con su gran corazón, ahora soñaba en grande: quería ser bióloga para seguir cuidando del planeta y sus habitantes.
"¡El mundo está lleno de maravillas!" - decía Ana con entusiasmo, mientras compartía sus nuevas aventuras con todos los que la rodeaban.
Y desde entonces, nunca más tengo miedo de las ranas.
Fin.
FIN.