Anabel, la niña que quería saber el valor de sí misma
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Anabel. Todos los días iba al jardín de su casa a jugar y a cuidar de sus plantas. Aunque le encantaba jugar, había una pregunta que no la dejaba en paz: ¿Cuál era su verdadero valor? Su madre siempre le decía lo especial que era, pero Anabel quería saberlo por sí misma.
Un día, mientras recolectaba flores para hacerle un regalo a su mamá, se encontró con una mariposa de colores brillantes.
"¡Hola, pequeña! ¿Te gustaría jugar conmigo?" - le preguntó Anabel emocionada.
"Claro que sí, pero primero debo contarte un secreto. En la cima de la colina más alta de este barrio, hay un árbol mágico que puede ayudarte a descubrir tu valor. Pero, ¡cuídate! No es fácil llegar, y otros también buscan esa respuesta" - respondió la mariposa volando alrededor de Anabel.
Intrigada, Anabel decidió embarcarse en la aventura. Se despidió de su casa y comenzó a caminar hacia la colina. En el camino se encontró con su amigo Tomás.
"¿A dónde vas, Anabel?" - le preguntó él.
"Busco el árbol mágico para descubrir cuánto valgo" - contestó ella.
"Voy contigo. Siempre es mejor compartir las aventuras" - dijo Tomás con una sonrisa.
Juntos, subieron la colina, y mientras más alto llegaban, más difícil se volvía el camino. En un tramo empinado, se encontraron con un viejo perro que custodiaba el camino.
"¿Quiénes son ustedes, y por qué quieren llegar al árbol mágico?" - preguntó el perro con voz profunda.
"Queremos descubrir nuestro valor" - respondió Anabel, sintiéndose un poco asustada.
El perro los miró atentamente y contestó:
"El valor de uno mismo no se descubre en la cima de un árbol, sino en las acciones del día a día. ¿Han hecho algo bueno hoy?"
Anabel y Tomás se miraron, pensativos.
"Hoy le ayudé a mi vecino a llevar la compra" - dijo Tomás.
"Y yo planté flores para que hagan feliz a mi mamá" - agregó Anabel.
El perro sonrió y les dejó pasar, diciendo:
"Recuerden que cada acto de bondad suma a su valor personal. Cada vez que hacen algo bueno, aumentan su propio valor."
Continuaron su camino y, al llegar a la cima, vieron un hermoso árbol con hojas doradas. Anabel se acercó, sintiendo que el aire alrededor vibraba de magia. Al tocar el tronco, una luz envolvió su cuerpo, y una voz suave dijo:
"Anabel, tu valor es como este árbol. Crece y florece con cada buena acción, con cada sonrisa que compartís. Lo importante es que creas en ti misma."
Anabel sonrió de oreja a oreja y, al volver a mirar a Tomás, le dijo:
"¡No necesito un árbol mágico para saber cuánto valgo!"
"¡Exacto! Ya lo has demostrado hoy" - respondió Tomás, abrazando a su amiga.
Desde ese día, Anabel entendió que el valor no era solo una respuesta, sino un camino que se recorría con cada buena acción y cada instante de amor que compartía con los demás. La mariposa, que había estado observando todo el tiempo, se posó en su hombro.
"¿Ves, Anabel? Tu valor brilla más que cualquier tesoro. ¡Sigue creciendo y ayudando a otros!" - dijo con alegría.
Y así, Anabel volvió a casa, sintiéndose más segura de sí misma, y desde entonces, no solo seguía cuidando de sus plantas, sino que también cuidaba de los corazones de quienes la rodeaban.
A partir de ese día, Anabel descubrió que el verdadero valor estaba en cada acto de bondad, en cada sonrisa y en cada momento compartido con quienes amaba.
FIN.