Anarella, la aventura del brillo mágico


Anarella era una niña muy especial. Le encantaban los brillos, tanto que siempre llevaba colitas, vestidos brillantes y zapatillas con lentejuelas. Pero lo que más le gustaba era su collar con un colgante de cristales que brillaban como estrellas.

Un día, mientras paseaba por el parque con su perro Pochi, encontró un objeto brillante entre los arbustos. Era un pequeño frasco con un líquido resplandeciente. Sin pensarlo dos veces, lo guardó en su bolsillo y siguió jugando con Pochi.

Al llegar a casa, Anarella se sentía hambrienta. Su mamá había preparado su comida favorita: pollo asado con papas. Mientras disfrutaba de su almuerzo, decidió investigar sobre el frasco misterioso que había encontrado. Lo colocó sobre la mesa y notó que, al acercar su collar brillante, el frasco comenzaba a emitir destellos más intensos. Fascinada, decidió abrirlo. En ese momento, un haz de luz dorada iluminó la habitación y una hada diminuta apareció ante sus ojos.

—¡Hola, Anarella! Soy Luminia, el hada de los brillos mágicos. Has liberado un poderoso hechizo que estaba atrapado en ese frasco. Ahora, como recompensa, te concederé tres deseos mágicos —anunció Luminia con una voz refulgente.

Anarella no podía creer lo que estaba viendo. ¡Un hada de verdad frente a ella! Sin dudarlo, pidió su primer deseo: quería volar como un pájaro. En un abrir y cerrar de ojos, sus pies dejaron el suelo y se elevó por los aires, sintiéndose libre y emocionada.

Después de disfrutar de su increíble vuelo, Anarella decidió usar su segundo deseo para que su perro Pochi pudiera hablar. En cuanto lo pidió, Pochi comenzó a emitir ladridos que Anarella pudo entender perfectamente.

—¡Woof! ¡Gracias, Anarella! ¡Ahora puedo contarte todos los secretos del parque! —exclamó Pochi con alegría.

Para su tercer y último deseo, Anarella pensó en algo especial. Recordó que su abuelita se sentía triste porque ya no podía ver bien. Entonces, decidió pedir que su abuela recuperara la vista. Luminia asintió con una sonrisa y desapareció en un destello brillante.

Los días pasaron y Anarella, junto a Pochi, vivieron aventuras increíbles gracias a sus deseos. Pero un día, su abuela la sorprendió con una noticia emocionante: los médicos habían encontrado la manera de mejorar su visión, y ahora podía ver mucho mejor.

Anarella se sintió muy feliz al saber que su último deseo había ayudado a su abuela. Descubrió que la verdadera magia no estaba en los hechizos, sino en hacer el bien a los demás.

Desde ese día, Anarella siguió disfrutando de los brillos, pero ahora valoraba aún más la magia de hacer felices a los demás con pequeños gestos de bondad.

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