Anayet y Sus Aventuras en la Montaña



Era un hermoso día de primavera cuando Anayet, una niña de 4 años con una gran curiosidad por el mundo, y su familia decidieron ir a la montaña. Anayet estaba muy emocionada porque nunca había estado tan cerca de las nubes.

"¡Mamá, ¿llegamos ya?" - preguntó Anayet mientras miraba por la ventana del auto, ansiosa por ver las majestuosas montañas.

"Estamos a pocos minutos, mi amor. Solo aguarda un ratito más" - respondió su mamá sonriendo.

Al llegar, el aire fresco y el canto de los pájaros llenaron sus corazones de alegría. La familia desempacó su picnic, y luego de un delicioso almuerzo bajo la sombra de un árbol, decidieron explorar el lugar.

Anayet, con su gorra de flores y su mochila llena de cosas curiosas, lideró el camino mientras recorrían el sendero.

"Miren, papá, ¡una mariposa!" - gritó Anayet.

"¡Es hermosa!" - dijo su papá, persiguiéndola con la mirada.

"¿Puedo tocarla?" - preguntó Anayet, llena de adrenalina.

Pero la mariposa se escapó volando y sufrió al ver que se iba.

"No te preocupes, Anayet. A veces, es mejor dejar a las mariposas volar. Ellas necesitan libertad" - dijo su mamá.

Anayet asintió, y continuaron su camino. De repente, un gran eco resonó por la montaña.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Anayet con un poco de miedo.

"No te alarmes, puede ser solo el viento" - respondió su papá, acariciándole la cabeza. Pero Anayet, llena de curiosidad, quiso descubrir el origen del misterio.

Así que todos decidieron subir un poco más para investigar. En el camino, encontraron una cueva.

"¿Vamos a entrar?" - dijo Anayet con una mezcla de emoción y miedo.

"Claro, pero primero debemos tomar precauciones. Todos juntos, ¿sí?" - sugirió su mamá.

Al entrar, se sorprendieron al ver que la cueva estaba llena de estalactitas que parecían brillar. Era un lugar mágico.

"¡Es como un castillo de hielo!" - exclamó Anayet.

De repente, un pequeño murciélago voló por su cabeza. Anayet gritó un poco.

"No tengas miedo, Anayet. Los murciélagos están aquí para comer insectos. Son nuestros amigos" - le explicó su papá.

Al salir de la cueva, Anayet se sintió un poco más valiente. Luego, encontraron un pequeño arroyo. El agua era cristalina, y había piedras preciosas de colores.

"¡Miren, tesoros!" - dijo Anayet mientras recogía algunas piedras.

"Son muy bellas, Anayet. Pero recordá que no hay que llevarse las piedras de su lugar, ellas son parte de la montaña" - le recordó su mamá.

Un nuevo eco resonó por la montaña, más fuerte que antes.

"¿Escucharon eso?" - dijo Anayet, ahora intrigada.

"Quizás sea un animal" - sugirió su papá.

"¡Vamos a averiguarlo!" - agregó Anayet, y a su familia no les quedó otra que seguirla. Al llegar a la cima, se encontraron con un grupo de llamas que pastaban tranquilas.

"¡Mirá! Son tan suaves" - enunció Anayet al estirarse hacia una de ellas.

Los padres se rieron, disfrutando de la inocencia de su hija.

"¿Sabías que podemos hacer un hermoso suéter con su lana?" - preguntó su mamá.

"¿Y después ellas se congelan?" - respondió Anayet preocupada.

"No, porque no les sacamos toda la lana. Solo un poco" - aclaró su papá.

Después de un largo día lleno de aventuras, decidieron volver a casa. Anayet, cansada pero feliz, se acomodó en su silla del auto y miró por la ventana.

"Me encantó el día de hoy. ¡Quiero volver a la montaña!" - dijo con una gran sonrisa.

"Y nosotros también, cada aventura es única con vos, Anayet" - dijeron su mamá y su papá al mismo tiempo.

Esa noche, Anayet se durmió soñando con mariposas, llamas y los ecos de las montañas, sabiendo que siempre hay algo nuevo por descubrir con su familia.

FIN.

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