André en la Casa Embrujada



Era un día nublado en el pequeño pueblo de Villa Escondida. Los árboles susurraban secretos al viento y los pájaros parecían tener miedo de volar. André, un niño curioso y aventurero de diez años, había estado escuchando historias sobre la Casa Embrujada que se encontraba al final de la calle. Decidió que era momento de explorarla.

Con su gorra roja y su mochila llena de bocadillos, André se dirigió hacia la misteriosa casa. Había escuchado que nadie se atrevían a acercarse, pero eso lo hacía aún más intrigante. Al llegar, se detuvo frente a la vieja puerta de madera, cubierta de telarañas.

"¿Qué será lo que hay dentro?", murmuró André para sí mismo.

Con un profundo suspiro, empujó la puerta y ésta chirrió, como si estuviera despertando de un largo sueño. El aire dentro de la casa era frío y un poco húmedo. Las paredes estaban decoradas con fotos antiguas que parecían observarlo.

"Buuu... ¿Quién se atreve a entrar en mi casa?", resonó una voz grave.

André dio un salto del susto. De la penumbra salió un gato negro con ojos brillantes.

"Soy André, un aventurero. No tengo miedo, solo curiosidad", dijo con voz temblorosa.

"¿Curiosidad?", contestó el gato. "¡Entonces bienvenido! Pero ten cuidado, no todo es lo que parece aquí."

El gato negro, que se presentó como Don Gato, se convirtió en su guía. Juntos comenzaron a recorrer la casa, descubriendo habitaciones llenas de libros polvorientos y objetos extraños.

"Este lugar solía ser mágico. La gente creía que los fantasmas eran protectores de los secretos", explicó Don Gato.

André, entusiasmado, decidió que quería descubrir uno de esos secretos. De repente, escucharon un ruido en el piso de arriba.

"¿Qué fue eso?", preguntó André.

"Tal vez sea un espectro amistoso. Vamos a ver", sugirió Don Gato.

Subieron las escaleras crujientes, y al llegar al último escalón, se encontraron con una niña de cabello largo y blanco que parecía estar atrapada en una burbuja de luz.

"¡Hola! Soy Clara, y estoy aquí esperando a que alguien me ayude a romper esta maldición", dijo la niña con una voz suave.

"¿Cómo te atraparon aquí?", preguntó André intrigado.

"Fui maldecida por no compartir mis juguetes con otros niños. Desde entonces, he estado atrapada en esta burbuja, porque la generosidad y la amabilidad son importantes para romper la maldición", respondió Clara.

André se sintió conmovido por la historia de Clara. Decidió que quería ayudarla, pero necesitaba hacer algo especial.

"¿Y si juntos ayudamos a otros en el pueblo?", propuso André. "Podemos organizar una fiesta de juguetes, donde cada niño traiga algo para compartir. Así, aprenderán sobre la generosidad y podrán liberarte."

Clara sonrió, y Don Gato asintió con aprobación.

"Eso suena maravilloso. ¡Comencemos ahora mismo!", afirmó Clara, y la burbuja comenzó a brillar más.

Los tres trabajaron juntos, y en un abrir y cerrar de ojos, se organizaron varios carteles en el pueblo invitando a los niños a la gran fiesta.

El día de la fiesta, los niños de Villa Escondida llegaron con sus juguetes y sonrisas. André, Clara y Don Gato los recibieron con alegría.

"¡Bienvenidos a la Fiesta de la Generosidad!", exclamó André.

Los niños compartieron sus juguetes, jugaron juntos y se divirtieron como nunca antes. Al final del día, el brillo alrededor de Clara se intensificó y una luz mágica las envolvió a todos.

"¡Lo logramos!", gritó Clara emocionada, mientras la burbuja estallaba en mil colores.

Con un destello, Clara fue liberada, y con ella, todos aprendieron el verdadero significado de compartir y ser generosos. Don Gato sonrió, feliz de haber ayudado en la transformación de la Casa Embrujada en un lugar de amistad.

Así, la Casa Embrujada dejó de ser un lugar temido y se convirtió en un centro de alegría y bondad.

Y André, ahora conocido como el "Explorador de la Generosidad", continuó explorando y compartiendo aventuras por todo el pueblo.

Nunca olvidó a su amiga Clara y a Don Gato, y siempre recordaba que lo más importante es compartir y ayudar a los demás.

FIN.

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