Andrés y el Arco Mágico



En un pequeño pueblo de Argentina, donde el fútbol era el deporte más querido, vivía un joven llamado Andrés. Desde muy pequeño soñaba con ser un gran jugador de fútbol. Él pasaba horas en el parque practicando sus tiros al arco. Pero había un problema: nunca lograba meter el balón en el arco.

Un día, mientras entrenaba, Andrés se sintió frustrado. Su amigo Lucas se acercó a él y le dijo:

"No te desanimes, Andrés. Todos los grandes jugadores han tenido problemas alguna vez!"

Andrés asintió, pero su tristeza era evidente. Entonces, su abuela, que siempre lo animaba, se acercó.

"Andrés, querido, a veces las cosas no salen como queremos, pero lo importante es no rendirse. Cada vez que fallas, aprendes algo nuevo. ¿Por qué no intentás de nuevo?"

Andrés respiró hondo y se dispuso a lanzar nuevamente. Esta vez, observó cómo se colocaba el balón, alineándose perfectamente. Se preparó y ¡PUM! La pelota voló, pero por poco se fue desviado.

"Debería contar las veces que fallo, así sé que estoy mejorando", pensó.

Un día, mientras Andrés seguía practicando, notó algo extraño en el arco: había un brillo especial, como si estuviera esperando ser tocado. No pudo evitar acercarse. Al instante, escuchó una voz mágica que salía del arco.

"¡Hola, Andrés! Soy el guardián de este arco. Si lográs meter la pelota en mí, recibirás un poder especial para ser el mejor jugador del mundo!"

Andrés se quedó boquiabierto.

"¿De verdad?"

"Sí, pero hay una condición. Debés hacerlo con amor y alegría, no solo para ganar."

Entusiasmado, Andrés comenzó a practicar a diario con una nueva perspectiva. Empezó a jugar con sus amigos, riendo y disfrutando cada momento. Sus tiros mejoraron, pero aún así, no lograba el último objetivo: meter el balón en el arco mágico.

Pasaron los días, y un día, en medio de una práctica, su amigo Lucas le dijo:

"Andrés, a veces, dejar de pensar tanto y solo dejarte llevar puede ser la clave."

Andrés reflexionó sobre las palabras de Lucas y decidió intentar algo diferente. En lugar de concentrarse en el arco, comenzó a pensar en lo mucho que disfrutaba el juego, en sus amigos y en la diversión de cada tiro.

Entonces, con esa alegría en su corazón, corrió, se preparó y lanzó, esta vez sin miedo. Y ¡GOOOOL! La pelota entró al arco, y un resplandor iluminó todo el lugar.

"¡Lo logré!" gritó Andrés, lleno de felicidad. El arco mágico contestó:

"Ahora conoces el verdadero poder del fútbol, que es la alegría y el trabajo en equipo. Con eso, ya eres un gran jugador."

Desde ese día, Andrés no solo se volvió un excelente futbolista, sino que también logró inspirar a otros en su pueblo a disfrutar del juego y a superar cualquier obstáculo. Su amor por el fútbol y su sonrisa contagiosa hacían que todos quisieran jugar con él.

Y así, Andrés aprendió que en el camino hacia los sueños, lo más importante es disfrutar cada paso, rodearse de amigos y nunca dejar de creer en uno mismo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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