Andrés y la Pelota Mágica
Había una vez un niño llamado Andrés a quien en su colegio le decían el niño “No, no”. Siempre que sus compañeros le pedían algo, él contestaba de mala gana:
"No, no quiero".
Andrés tenía una pelota de colores brillantes, pero raramente la usaba. Cuando otros niños le proponían jugar, él solo respondía:
"No, no voy a jugar".
Sus compañeros murmuraban entre ellos, un poco molestos.
"¿Por qué no puede ser más divertido?"
Lentamente, Andrés se fue quedando solo durante el recreo.
Un día soleado, mientras todos jugaban, Andrés vio que se acercaba Sofía, su compañera de clase:
"Andrés, ¿quieres jugar a la pelota con nosotros?"
Andrés miró su pelota y luego miró a sus amigos.
"No, no quiero".
Sofía suspiró y se fue a jugar con los demás. Pero, de repente, algo raro ocurrió. La pelota que estaba detrás de Andrés comenzó a brillar.
"¿Qué es esto?" pensó Andrés, mientras se acercaba a la pelota.
Cuando la tocó, escuchó una voz suave y mágica:
"¡Hola! Soy la Pelota Mágica. Estoy aquí para enseñarte la alegría de compartir y jugar".
Andrés se quedó paralizado, con la boca abierta. Era la primera vez que escuchaba a una pelota hablar.
"¡No, no quiero eso!" dijo, pero en su interior sentía curiosidad.
"No se trata de lo que quieras", respondió la Pelota Mágica.
"Te invito a un pequeño juego. Si participas, te mostraré algo increíble".
Con un suspiro de resignación, Andrés recordó lo divertido que solía ser jugar al fútbol y decidió aceptar.
"Está bien, juguemos".
La pelota se iluminó aún más y, en un abrir y cerrar de ojos, los dos estaban en un campo enorme, lleno de niños riendo y jugando. Era un lugar lleno de energía y alegría.
"Mirá, esto es lo que es jugar, Andrés", dijo la Pelota Mágica.
Andrés observó cómo los niños compartían risas y estrategias, disfrutando de cada pase y cada gol.
"Es tan divertido", pensó, mientras sus pies comenzaban a moverse al ritmo del juego.
Cuando se dio cuenta, estaba corriendo tras la pelota, sintiendo el viento en su cabello y una sonrisa amplia en su rostro.
"¡Gol!" gritó un niño, mientras todos lo rodeaban, aplaudiendo y riendo.
Andrés sintió una felicidad desconocida.
Más tarde, la Pelota Mágica le dijo:
"Ahora comprendes, ¿verdad? La diversión está en compartir y jugar con amigos".
Andrés asintió con la cabeza y comprendió lo que había estado perdiendo por cerrar las puertas a los demás.
No muy tarde, la Pelota Mágica le devolvió a su colegio. Andrés miró alrededor, repleto de vida.
Cuando el timbre sonó para el recreo, no solamente tomó su pelota, sino que decidió perseguir a Sofía y a los demás.
"¡Chicos! ¡Esperen! ¿Quieren jugar a la pelota conmigo?"
Los niños se dieron vuelta, sorprendidos.
"¿Andrés, quieres jugar?"
"Sí, ¡quiero jugar!"
Y así, comenzó una nueva historia en su vida. Ahora Andrés ya no era el niño “No, no”, sino uno que siempre estaba listo para compartir su alegría y su pelota.
Desde aquel día, la Pelota Mágica nunca lo abandonó y cada vez que alguien le pedía algo, Andrés respondía con una enorme sonrisa:
"¡Claro!"
Andrés aprendió que la magia de la vida estaba en la amistad y en la diversión de compartir momentos únicos.
Y así fue como el niño “No, no” se convirtió en el niño de la alegría y de los juegos, siempre rodeado de amigos.
FIN.