Andy, el tejedor valiente
Había una vez un niño llamado Andy, quien vivía en la época de la prehistoria. A diferencia de los demás niños de su edad, Andy no le gustaba cazar o recolectar alimentos.
En cambio, prefería crear cosas con sus propias manos. Un día, mientras caminaba por el bosque, Andy encontró unas hojas largas y delgadas que parecían ideales para hacer hilos. Decidió llevarlas a casa y aprender a deshilarlas para luego tejer.
Andy se esforzó mucho en su nueva habilidad y pronto aprendió a hacer hermosas prendas. Su mamá quedó asombrada con las creaciones de Andy y decidió ayudarlo a venderlas en el mercado local.
Con el dinero que ganaron, Andy comenzó a ahorrar para comprarse una almohada especial que había visto en un viajero del futuro. Soñaba con tenerla para descansar mejor durante la noche.
Sin embargo, cuando Andy estaba cerca de alcanzar su meta, recibió una noticia inesperada: su abuelo había decidido desheredarlo porque pensaba que dedicarse al tejido era algo indigno. Andy se sintió triste pero no se rindió. Sabía que tenía un talento único y decidió demostrarle a su abuelo lo equivocado que estaba.
Con determinación, Andy siguió trabajando duro en sus tejidos y también comenzó a experimentar con nuevas técnicas como la deshidratación de frutas para hacer adornos coloridos. Poco tiempo después, llegó el día del mercado local donde Andy expondría sus creaciones más recientes.
La gente quedó maravillada con los diseños únicos y la calidad de su trabajo. Pronto, todas sus prendas fueron vendidas. Andy estaba feliz pero aún le faltaba el dinero para comprar la almohada que tanto deseaba.
Sin embargo, cuando se acercó a su puesto para reagarrar sus ganancias, encontró una sorpresa: su abuelo había comprado todas sus prendas y le entregó el dinero necesario para comprar la almohada. "-Perdona mi error, Andy.
Me he dado cuenta de lo talentoso que eres y me arrepiento de haber pensado lo contrario. Estoy orgulloso de ti. "Andy sonrió y abrazó a su abuelo.
Aprendió que nunca debía rendirse ante los obstáculos y que siempre habría personas dispuestas a apoyarlo en su camino hacia el éxito. Desde aquel día, Andy continuó tejiendo hermosas prendas y compartiendo su talento con el mundo entero, demostrando que no importa cuán difícil parezca un sueño, siempre vale la pena luchar por él.
Y ahora, cada noche al descansar en su nueva almohada, Andy se sentía feliz y agradecido por todo lo que había logrado.
FIN.