Ángela y el mural mágico


Había una vez en la Escuela CEIP ARCU, una niña llamada Ángela. Ángela era una talentosa pianista que había llegado a esa escuela para seguir aprendiendo y creciendo en su pasión por la música.

Sin embargo, al principio se sintió un poco perdida en el nuevo entorno. Un día, mientras caminaba por los pasillos buscando su aula de clases, se cruzó con un grupo de niños que estaban mirando un mural lleno de colores y figuras brillantes.

- ¡Wow! ¡Miren qué hermoso es este mural! -exclamó uno de los niños. Ángela se acercó curiosa y quedó maravillada por las imágenes tan vivas y detalladas que veía en el mural.

Había animales, paisajes y personajes fantásticos que parecían cobrar vida frente a sus ojos. - ¿Te gusta? -preguntó una voz detrás de ella. Era Sofía, una niña con cabello rizado y grandes ojos brillantes que emanaban amabilidad. - Sí, es increíble.

Nunca vi algo así antes -respondió Ángela asombrada. Sofía sonrió y le explicó que el mural había sido pintado por los propios estudiantes de la escuela durante un proyecto artístico especial.

Le contó cómo cada imagen tenía un significado especial para ellos y cómo habían trabajado juntos para crear algo tan hermoso. Ángela quedó impresionada no solo por la belleza del mural, sino también por la conexión entre los estudiantes que había permitido su creación.

Esa misma tarde, se unió al grupo de arte de la escuela y comenzó a descubrir su propia creatividad a través de pinceles y colores. Con el tiempo, Ángela encontró su camino no solo en la música, sino también en el arte visual.

Descubrió que las imágenes podían transmitir emociones tan profundas como las notas musicales y que cada trazo era una forma de expresar lo que llevaba dentro.

Gracias al encanto de las imágenes del mural y a la amistad con Sofía y los demás niños del grupo de arte, Ángela dejó atrás su sensación inicial de desorientación en la escuela. Ahora sabía que dondequiera que estuviera, siempre podría encontrar belleza e inspiración a su alrededor si abría bien los ojos y el corazón.

Y así, entre melodías de piano y pinceles danzantes, Ángela siguió creciendo felizmente rodeada del encanto eterno de las imágenes.

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