Ángela y la Magia del Pueblo



En un pequeño y pintoresco pueblo, vivía una niña de 11 años llamada Ángela, con el pelo castaño y largo que ondeaba como una cascada de caramelos de chocolate. Ángela no era una niña común; tenía un poder especial. Con solo un gesto de su dedo, podía hacer que los objetos levitaran mágicamente.

Un día, mientras jugaba en el parque, Ángela se encontró con su amigo Tomás, un chico curioso y aventurero.

"¡Hola, Ángela! ¿Te gustaría que jugáramos a los aviones de papel?", propuso Tomás.

"¡Sí! Pero con una pequeña ayuda mágica. ¡Mirá!", comentó Ángela mientras levantaba su dedo. De repente, varios aviones de papel comenzaron a flotar en el aire, zigzagueando en el cielo.

"¡Eso es increíble!", exclamó Tomás, sorprendido. "Podríamos hacer una competencia de aviones. ¿Quién puede hacer volar más alto?"

"¡Perfecto!", dijo Ángela con entusiasmo.

Ambos comenzaron a lanzar sus aviones, pero a medida que competían, notaron que algunos niños del vecindario se acercaban. Entre ellos estaba Lucia, una niña un poco tímida que siempre observaba desde la distancia.

"¿Por qué no nos dejas ayudarte, Ángela?", pidió Lucia, sonriendo tímidamente.

"Claro, vení. ¡Con un poco de magia, tu avión también puede volar!", respondió Ángela.

Cuando Lucia lanzó su avión, Ángela hizo un gesto sutil y el avión de Lucia comenzó a flotar y danzar entre los demás. Todos aplaudieron, y Lucia se sintió feliz.

"¡Lo logré! ¡Mirá cómo vuela!", gritó emocionada.

Sin embargo, cuando todos comenzaron a jugar, algo inesperado sucedió. Un viento fuerte empezó a soplar y los aviones, incluso los que estaban levitando, comenzaron a descontrolarse, volando por todas partes y causando un pequeño caos en el parque.

"¡Ay no!", exclamó Ángela. "No puedo controlar la magia si el viento sopla así. ¡Debo hacer algo!"

Tomás, viendo el pánico en los rostros de sus amigos, sugirió:

"Tal vez si todos trabajamos juntos, podríamos detener el viento."

"Pero... no tengo control sobre el viento", respondió Ángela, sintiéndose insegura.

"No se trata solo de magia, Ángela. A veces, necesitamos la fuerza de la amistad también", dijo Tomás.

Inspirada por sus palabras, Ángela decidió que lo intentaría.

"Chicos, vení, ayúdenme. Formemos un círculo. ¡Juntos podemos hacerlo!", invitó.

Todos se unieron, tomados de las manos, intentando sentir la energía del parque. Ángela levantó su dedo y cerró los ojos con fuerza, intentando concentrarse. Las risas y las palmadas de sus amigos comenzaron a darle confianza.

"¡Uno, dos, tres!", contaron todos al unísono, mientras Ángela movía su dedo.

De repente, el viento comenzó a calmarse, y los aviones de papel se posaron suavemente en el suelo. Todos vitorearon.

"¡Lo logramos!", gritaron juntos, llenos de emoción.

Sonriendo, Lucia le dijo a Ángela:

"Eres una gran amiga, Ángela. Gracias por creer en nosotros."

"No lo hubiera logrado sola. La magia se siente más fuerte cuando estamos juntos", respondió Ángela, comprendiendo que sus poderes eran aún más mágicos cuando se compartían.

Desde ese día, el grupo se convirtió en inseparable. Cada vez que se sentían un poco inseguros, recordaban el día que, juntos, lograron calmar el viento. Y así, la magia de Ángela unió al pueblo, mostrando que la verdadera magia no solo se encuentra en el poder, sino también en la amistad y la unión.

FIN.

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