Ángela y su Palé Valeria



Ángela era una niña curiosa y valiente que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Pero lo que más la hacía especial no era sólo su valentía, sino su peculiar hogar: vivía en un palé, al que cariñosamente había nombrado Valeria.

Valeria era un palé de madera, decorado con colores brillantes y lleno de plantas y dibujos que Ángela había hecho a mano. A pesar de que muchos pensaban que vivir en un palé era extraño, Ángela lo consideraba su hogar. Ella había convertido aquel palé en un lugar acogedor lleno de sorpresas.

Un día, mientras jugaba con su gato Michi en el jardín de Valeria, escuchó un ruido extraño proveniente de los matorrales cercanos. Con el corazón palpitando de emoción, Ángela decidió investigar.

"¿Qué será eso?", se preguntó Ángela, acercándose con cautela.

Cuando se asomó detrás de unos arbustos, se encontró con un pequeño mapache que parecía perdido. El animalito la miró con ojos grandes y asustados.

"Hola, pequeño amigo", dijo Ángela con suavidad. "¿Te perdiste?".

El mapache, al escuchar la voz amable de Ángela, se acercó lentamente.

"Sí, me llamo Rufus y no sé cómo regresar a casa", sollozó el mapache. "Me aventuré demasiado lejos y ahora tengo miedo".

Ángela sintió una punzada en su corazón. No podía dejar a Rufus solo en el bosque. La niña conocía bien el lugar y decidió ayudar al pequeño mapache.

"No te preocupes, Rufus. Te ayudaré a encontrar tu casa", le aseguró Ángela.

Así, ambos emprendieron un viaje por el bosque. Ángela usó su ingenio para encontrar pistas. Siguiendo huellas, escuchando sonidos y oliendo el aire, la niña y el mapache se adentraron en una aventura llena de exploraciones.

De repente, se toparon con un río caudaloso. No había forma de cruzarlo.

"Oh no, ¿cómo vamos a seguir?", exclamó Rufus, sintiéndose más inquieto.

"No te preocupes", dijo Ángela, pensando rápido. "Utilizaremos Valeria. Desde allí podremos encontrar una forma de cruzar".

Ángela corrió de regreso al palé, reunió algunas ramas y hojas, y construyó una balsa improvisada. Rufus la observaba con admiración.

"¡Eso es genial, Ángela!", exclamó el mapache.

Una vez que la balsa estuvo lista, ambos se embarcaron. Aunque el río era traicionero, Ángela mantuvo la calma y guió la balsa con seguridad. Tras un pequeño susto y un par de chapuzones, lograron cruzar.

"¡Lo hicimos!", gritó Rufus, haciendo piruetas de felicidad.

Finalmente, después de un día de exploración, llegaron a un claro. En lo alto de un árbol enorme, Rufus vio algo familiar.

"¡Ahí está mi casa!", gritó emocionado. "Gracias, Ángela, ¡sin vos no lo hubiera logrado!".

Ángela sonrió, llena de satisfacción. Su corazón latía con alegría al saber que había ayudado a un amigo.

"Lo hicimos juntos", respondió. "Recuerda siempre que la valentía y la amistad pueden llevarnos a lugares maravillosos".

Rufus se despidió con un abrazo y subió rápidamente al árbol. Mientras Ángela regresaba a Valeria, pensó en todas las aventuras que aún le quedaban por vivir, y en cuántos amigos podría ayudar a lo largo del camino. Así, con su palé Valeria, Ángela estaba lista para cualquier cosa que la vida le lanzara.

Y prometió que nunca dejaría de explorar ni de ayudar a quien lo necesitara, porque la verdadera belleza de la vida estaba en la aventura y la amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!