Angélica y la Gran Excursión
Un día muy soleado, Angélica estaba en la escuela sentada en una mesa con sus amigas, charlando animadamente sobre la reciente excursión a la granja. La maestra, la señora Rodríguez, sonreía mientras escuchaba las historias de las chicas.
"Fue tan divertido ver a los animales de cerca!" - decía Valentina con ojos brillantes.
"¡Y las cabras eran muy graciosas!" - añadió Sofía entre risas.
Justo en ese momento, el supervisor de la escuela, el señor Martínez, entró al aula con un sobre en la mano.
"Hola, chicas. ¿Cómo están?" - saludó con una sonrisa.
"¡Hola, señor Martínez!" - respondieron al unísono las niñas.
El señor Martínez se acercó a Angélica y le dijo:
"Angélica, tengo esto para ti. Es una carta para tu mamá." - le pasó el sobre con mucha seriedad.
"¿Qué dice?" - preguntó Angélica con curiosidad.
"Es una invitación para que asistas a la próxima excursión. Pero, Angélica, tendrás que conseguir una autorización de tu mamá, ya que tu comportamiento ha dejado mucho que desear en las últimas semanas" - explicó el supervisor, mientras las amigas se miraban preocupadas.
Angélica sintió cómo un nudo le crecía en la garganta. Pensó en la oportunidad que se le estaba escapando. No solo era la oportunidad de disfrutar de otra excursión, sino también la chance de demostrarles a todos que podía comportarse.
"¡Prometo que me portaré bien!" - dijo Angélica con decisión.
La señora Rodríguez la miró con apoyo y le dijo:
"Angélica, todos cometen errores. Lo importante es aprender de ellos. ¿Vas a intentarlo?"
"Sí, lo intentaré, señora Rodríguez. Quiero ser parte de la excursión."
El señor Martínez asintió y le dio un consejo:
"Recuerda, Angélica, que el respeto y la responsabilidad son clave para conseguir lo que deseas. Ahora depende de ti."
Esa tarde, Angélica llegó a casa y, nerviosa, le mostró a su mamá el sobre.
"Mamá, me invitan a la excursión, pero tengo que prometerme a mí misma que me voy a comportar bien. ¿Puedo?"
"Claro, hija. Pero tú sabes que debes comprometerte. ¿Cómo planeas hacerlo?" - preguntó su mamá con curiosidad.
Angélica pensó un ratito y dijo:
"Voy a hacer una lista de cosas que debo mejorar. No más gritos en clase, ayudaré a mis compañeros y haré mis tareas a tiempo."
La mamá de Angélica sonrió orgullosa.
"Me parece una excelente idea. Estoy segura de que lo conseguirás."
Así empezó Angélica a trabajar en sí misma. Con el apoyo de sus amigas y la guía de la señora Rodríguez, hizo pequeños cambios en su comportamiento. Poco a poco, las risas llenaban el aula, y Angélica se volvió una buena compañera de estudios.
Finalmente, el día de la excursión llegó y Angélica estaba emocionadísima. Una vez en la granja, no solo se divirtió, sino que se aseguró de ayudar a sus compañeros y respetar a los adultos.
Cuando regresaron a la escuela, el señor Martínez la felicitó:
"Angélica, estoy muy orgulloso de ti. Has demostrado que puedes cambiar y crecer."
"Gracias, señor Martínez. Estoy feliz de haber formado parte de la excursión. Estoy lista para seguir aprendiendo y mejorando."
Angélica había comprendido que con esfuerzo y dedicación, todos pueden superar obstáculo y conseguir lo que desean, convirtiéndose en la mejor versión de sí mismos.
Desde ese día, Angélica jamás olvidó la lección aprendida: el poder del compromiso y el respeto. Y cada vez que había una excursión, la primera en anotarse siempre era ella.
Y así, con cada nuevo día, Angélica continuó creciendo y disfrutando de cada nueva aventura, rodeada de sus amigas y sus profesores, porque había aprendido que la verdadera emocionante aventura es crecer y aprender juntos.
FIN.