Angelina y el sueño de ser maestra



En una pequeña ciudad de Argentina vivía Angelina, una niña de diez años llena de sueños y alegría. Cada mañana, al salir de casa, su corazón latía con fuerza, porque su pasión por aprender era tan grande como su deseo de compartir conocimientos con otros. Desde muy pequeña, soñaba con ser maestra y enseñar a los niños y niñas de su barrio.

Un día, mientras Angelina paseaba por el parque, vio a un grupo de niños jugando a la pelota. Se acercó y les preguntó:

"¿Por qué no están en la escuela?".

Los niños respondieron al unísono: "No tenemos plata para ir, y la maestra no nos puede ayudar".

Angelina sintió una punzada en el corazón. Sabía que la educación era el camino a un futuro mejor, y aquel día se le ocurrió una idea brillante.

"Voy a crear una escuela al aire libre", pensó. Animada, corrió a su casa y comenzó a trazar un plan. Armó un cartel que decía: "¡Clases gratuitas en el parque!" y se lo mostró a su madre, quien sonrió orgullosa.

"Eso es fantástico, cariño. Pero necesitás ayuda", le dijo la mamá.

Angelina asintió y decidió pedirle ayuda a su vecina, la señora Rosa, una anciana muy querida en el barrio que solía contar historias fascinantes.

Al día siguiente, con el permiso de su madre, Angelina fue a buscar a la señora Rosa.

"¡Señora Rosa!", exclamó con entusiasmo. "Estoy haciendo clases en el parque, ¡me gustaría que me ayudara!"

"¡Qué idea tan hermosa, Angelina! Claro que sí, puedo contar historias y enseñar a leer y escribir".

Así comenzó la primera clase al aire libre, donde Angelina se convirtió en la maestra. Los niños llegaron llenos de curiosidad, y la señora Rosa les hizo olvidar sus problemas con historias mágicas. Cada día, más y más chicos se sumaban a las clases y la noticia se esparció por el barrio.

Todo iba bien hasta que una tarde, comenzaron a llegar muchas más personas de lo que ellos habían imaginado. Angelina se preocupó porque no podía atender a todos al mismo tiempo.

"¡Necesitamos más ayuda!", dijo a su madre.

La mamá de Angelina tuvo una idea. Llamó a otros padres y proponía que cada uno pudiera enseñar algo que supieran, como cocinar, dibujar o cantar.

"Así todos podremos aprender algo nuevo y divertido", les dijo.

Días después, Angelina organizó una reunión con los padres y juntos acordaron una semana de actividades. Todos estaban emocionados y comprometidos. Como resultado, los principios de la "Semana de Aprendizaje Comunitario" nacieron.

Una tarde, mientras estaban todos trabajando, se presentó un hombre que parecía estar muy enojado. Se acercó a Angelina y preguntó:

"¿Quién les dio permiso para hacer esto?".

Los niños se paralizaron y miraron a su maestra con preocupación.

Angelina, temblando, tomó aire y dijo: "¡La educación es un derecho de todos!"

"Pero el parque es solo para jugar", respondió el hombre.

"Si todos nos unimos y compartimos, ¡podemos aprender mientras jugamos!" insistió ella.

El hombre, sorprendido por la valentía de Angelina, se quedó pensando. Finalmente dijo:

"Está bien, pero tienen que limpiar después".

Los niños aplaudieron, llenos de alegría. Aquella tarde, el hombre se comenzó a sumar y descubrió que también podía aprender. Con el tiempo, se convirtió en uno de los participes más entusiastas.

Esa semana, el parque se transformó en un lugar lleno de risas y saber. Aprendían a sumar y restar mientras jugaban a ser comerciantes, a escribir cuentos y a cantar juntos. Por primera vez, el barrio se llenó de esperanza y alegría.

Al finalizar la semana, Angelina se sintió orgullosa de lo que habían logrado. Todos los niños se hicieron un diploma de participación, y la señora Rosa les regaló un libro a cada uno.

"¡Esto es solo el comienzo! El jardín de la educación florecerá siempre si seguimos juntos", les dijo.

Entonces, Angelina miró al horizonte y se dio cuenta de que, gracias al apoyo de todos, su sueño de ser maestra estaba más vivo que nunca. Aunque aún le faltaba mucho por aprender, el amor por enseñar la impulsaba a seguir adelante.

Desde entonces, cada semana, el parque se llenaba de risas y conocimientos compartidos, y Angelina nunca dejó de ser la maestra que siempre soñó ser.

Y así, con la ayuda de la comunidad, el sueño de Angelina de ser maestra se convirtió en una hermosa realidad, donde todos aprendían y crecían juntos.

Fin.

FIN.

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