Anita y el valor de los nombres



Había una vez en un colorido jardín, una abejita llamada Anita. Ella era una abeja pequeña, de un amarillo brillante y alas delicadas que zumbaban alegremente. Su mejor amigo en el jardín era un armadillo llamado Rolo, que siempre tenía una sonrisa y un aprecio especial por su amiga.

Sin embargo, a pesar de la amistad que compartían, Rolo tenía un pequeño hábito: le encantaba colocarle sobrenombres a todos. A veces era gracioso, otras un poco extraño, y las más de las veces, le hacía sentir incómoda a Anita. En lugar de llamarla por su nombre, la llamaba —"Abejorro"  o —"Zumbona" .

Un día, mientras volaban por el jardín buscando flores, Rolo le gritó: "¡Hola, Abejorro! ¿Listo para recolectar polen?"

Anita, al escuchar esto, sintió un nudo en su pancita y bajó el vuelo, sintiéndose triste y herida.

"Rolo, no me llames así, soy Anita, la abejita", dijo con voz bajita, tratando de no llorar.

"¡Pero es divertido!", respondió Rolo con una risa.

"Para vos puede ser divertido, pero a mí no me gusta y me hace sentir mal", respondió Anita.

Anita decidió alejarse un poco de su amigo. Mientras volaba, su mente estaba llena de pensamientos.

"¿Por qué Rolo no puede entender que todos tenemos un nombre único?", pensó.

Al día siguiente, decidió hablar con su mamá, la Reina de las Abejas.

"Mami, Rolo me llama con sobrenombres y me pone muy triste. No entiendo por qué no puede decirme solo Anita", dijo con tristeza.

La Reina sonrió y le dijo:

"Anita, cada uno de nosotros es especial a su manera. Eso incluye a Rolo. Quizás él no se da cuenta de cómo te hace sentir. Pero lo importante es que te sientas orgullosa de ser quien sos. Tu nombre es parte de tu identidad."

Anita se sintió un poco mejor después de hablar con su mamá. Decidió que necesitaba ser valiente y hablar con Rolo nuevamente.

El día siguiente, se encontró con él cerca de una hermosa flor.

"Rolo, necesito hablar con vos", dijo Anita.

"Claro, ¿todo bien?", preguntó Rolo mirando a su amiga.

"No, la verdad no. Te quiero mucho, pero me hace sentir mal cuando me llamas por esos sobrenombres. Prefiero que me digas solo Anita", le explicó.

"No sabía que te molestaba", respondió Rolo abriendo mucho los ojos.

"Siempre he creído que era un término de cariño. Pero ahora entiendo, tu nombre es muy especial para vos. Y con el tiempo, he aprendido que todos somos únicos y que los sobrenombres pueden lastimar", siguió explicando el armadillo.

Anita sonrió al ver que Rolo comprendía.

"Gracias, Rolo. Me alegra que lo entiendas. Todos tenemos nombres que nos representan, y eso nos hace únicos. Yo soy Anita, la abeja, y creo que todos deberíamos querer y respetar eso", dijo con una sonrisa.

"Entendido, Anita. No volveré a llamarte de otra forma. Solo vos eres la que tiene el poder de decidir cómo quieres ser llamada", respondió el armadillo sintiéndose un poco avergonzado.

Pasaron los días y Anita y Rolo siguieron compartiendo aventuras por el jardín. Rolo respetó el deseo de Anita y nunca volvió a llamarla con un apodo. En cambio, aprendió a apreciar su nombre y su especialidad.

Al final, la abejita y el armadillo entendieron que el respeto y la amistad son algunos de los valores más importantes entre seres únicos.

"¡Qué suerte que soy tu amiga, Anita!", expresó Rolo un día mientras jugaban.

"Sí, ¡y qué bueno que ahora sabes lo importante que es un nombre para cada uno de nosotros!", rió Anita mientras volaba con alegría entre las flores.

Y así, la abejita Anita y el armadillo Rolo vivieron felices en su hermoso jardín, siempre recordando que todos somos únicos y especiales, cada uno con sus propias características, y que los nombres tienen un gran valor. Aunque a veces se juegue y se bromeé entre amigos, siempre es importante tener en cuenta los sentimientos de los demás.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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