Anita y la magia de compartir



Había una vez una niña llamada Anita que estaba en primer grado. Era una niña muy inteligente y siempre sacaba buenas notas en todas sus materias.

Sin embargo, había algo que la hacía diferente a los demás niños de su clase: no le gustaba prestar sus materiales. Anita tenía una caja llena de lápices de colores, tijeras, gomas de borrar y muchas otras cosas que necesitaba para hacer sus actividades en el colegio.

Pero cuando algún compañero le pedía prestado algo, ella siempre decía que no. No entendía por qué los demás niños siempre querían usar sus cosas. Un día, durante el recreo, Anita se quedó jugando sola en un rincón del patio.

Estaba triste porque nadie quería jugar con ella. Entonces vio a un niño llamado Lucas sentado solo en una banca. - Hola Lucas - saludó Anita acercándose timidamente. - Hola Anita - respondió Lucas con una sonrisa triste.

- ¿Por qué estás solo? - preguntó curiosa la niña. - Nadie quiere jugar conmigo porque nunca presto mis juguetes - dijo Lucas con tristeza-. Todos dicen que soy egoísta.

Anita recordó cómo se había sentido ella misma cuando los niños no querían jugar con ella por no prestar sus cosas. Comprendió entonces lo importante que era compartir y ser amigable con los demás. - Sabes Lucas, yo también solía pensar como tú - confesó Anita -.

Pero me di cuenta de que es mucho más divertido jugar juntos y compartir nuestras cosas. Lucas levantó la mirada sorprendido.

- En serio, Anita? ¿Tú también no prestas tus cosas? - Sí, pero me di cuenta de que eso no hace felices a los demás ni a mí misma - explicó Anita -. Si compartimos nuestras cosas con los demás, podemos hacer nuevos amigos y pasarlo mucho mejor. Lucas sonrió y se levantó de la banca. - Tienes razón, Anita.

Voy a empezar a prestar mis juguetes y ser más amigable con los demás. A partir de ese día, Anita y Lucas se convirtieron en grandes amigos.

Compartían sus juguetes durante el recreo y siempre se ayudaban mutuamente en las tareas del colegio. Los demás niños también notaron el cambio en ellos y comenzaron a acercarse para jugar juntos. Anita aprendió una valiosa lección: que compartir no solo hacía felices a los demás, sino también a ella misma.

Descubrió que al hacer amigos y ser generosa con sus cosas, su vida se volvía mucho más divertida e interesante. Desde aquel día, Anita nunca volvió a tener problemas para hacer amigos o prestar sus materiales.

Aprendió que compartir era una forma maravillosa de construir amistades duraderas y vivir momentos inolvidables junto a quienes la rodeaban. Y así, Anita siguió creciendo felizmente rodeada de amigos que valoraban su generosidad y amabilidad.

Y cada vez que alguien necesitaba algo, ella siempre estaba dispuesta a ayudar sin dudarlo.

FIN.

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