Antonia y el Huerto Mágico



Antonia era una niña de 5 años que vivía en la ciudad, y su mayor placer era comer golosinas, chocolates y galletas. Pasaba horas y horas pegada a su móvil, jugando y viendo videos. A Antonia no le gustaba hacer otra cosa. Pero un día, se sintió un poco rara. La comida que tanto le gustaba ya no le hacía tanto efecto, y se la pasaba en casa sintiéndose débil y cansada.

Su tía Clara, que vivía en el campo y tenía un hermoso huerto lleno de frutas y verduras, había escuchado que Antonia no se sentía bien. Así que decidió invitarla a pasar las vacaciones con ella. Cuando llamaron, la voz de su tía no sonó muy convencida.

"Hola, Antonia. ¿Cómo estás, querida? Me he enterado que no te sentís bien. ¿Qué te parece si venís a pasar las vacaciones conmigo en el campo?"

Antonia protestó:

"¿Pero yo no quiero ir al campo? No hay wifi, ni juegos, ni dulces ricos..."

"Es cierto, podríamos tener qué adaptarnos a un nuevo estilo de vida, pero en mi huerto hay cosas deliciosas que te van a encantar, y me encantaría tenerte aquí. Lo mejor es que podríamos jugar juntas a descubrir nuevas aventuras, ¿qué decís?"

Antonia pudo escuchar el entusiasmo en la voz de su tía y, a pesar de no estar completamente convencida, aceptó la invitación, pensando que quizás podría llevar su tablet.

Llegó al campo y, a su sorpresa, su tía la recibió con un gran abrazo y una sonrisa que iluminaba todo el lugar.

"¡Bienvenida, preciosa! Acompáñame a mostrarte mi huerto. ¡Es mágico!"

Antonia puso cara de extrañeza, pero siguió a su tía. Cuando llegaron, vio una mezcla de colores: tomates rojos brillantes, lechugas verdes, zanahorias naranjas y, ¡hasta fresas!"¿Ves? Todo está aquí, fresco y delicioso. ¿Te gustaría probar algo?"

Antonia miró los tomates, ajíes y las verduras, y pensó que no la atraían en absoluto. Pero en un momento de curiosidad, mandó a su tía a que le prepare una ensalada de frutas.

"¡Pero claro! Les pondré un poco de miel. ¡Yavamos a ver qué tal sale!"

Mientras su tía preparaba, Antonia se fijó en una mariposa que revoloteaba entre las flores.

"¡Mirá tía, esa mariposa tiene muchos colores!"

"Sí, Antonia, las mariposas pueden ser un recordatorio de que la naturaleza es bella y está llena de sorpresas. ¿Te gustaría ayudarme a dar semillas a los girasoles?"

"No sé, tía. Me parece que no soy buena en eso..."

La tía Clara la animó:

"No hay problema, los girasoles son muy amigables. Solo tienes que intentarlo, ¡todo es parte de la diversión!"

Finalmente, Antonia se animó y le dio un puñado de semillas a cada girasol. n Al final del día, mientras disfrutaban de su ensalada de frutas, Antonia se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo.

"Esto está rico, tía. Tal vez sé que hay comida que puede ser diferente y deliciosa. Me gusta el sabor de las fresas y casi nunca las probé!"

"Estoy orgullosa de vos, Antonia. La comida natural puede ser un gran amigo de nuestra salud. ¿Te gustaría seguir ayudándome con el huerto vos sabías que cada plantita tiene su historia, así como los girasoles?"

Antonia asintió, llena de entusiasmo. Durante los días siguientes, junto a su tía, descubrió nuevos sabores, plantó, cosechó y aprendió. Jugó con la tierra, se metió en el barro, hizo postres con las frutas que recolectaba e inclusive armó una linda picada con vegetales frescos.

"Tía, esto de jugar con la tierra fue más divertido de lo que pensé, ¡Pido otra ensalada de frutas!"

A poco de llegar el final de las vacaciones, vio que había cosas maravilosas fuera de su móvil.

"Las vacaciones no fueron lo que imaginé al principio. ¡Nunca había sentido que el campo era una aventura en sí mismo!"

"¡Eso es, Antonia! La naturaleza es mágica. Y sí, como el recuerdo de las golosinas, la felicidad ahora se encuentra en todo lo que te rodea. ¡Espero que puedas traer un poco de este amor a la ciudad cuando vuelvas!"

Antonia regresó a casa con una canasta llena de frutas y semillas, lista para compartir sus aprendizajes con sus amigos. Y lo mejor de todo, ya no quería pasar tanto tiempo atrapada en su móvil. Ahora su corazón estaba lleno de nuevos pares de aventuras, amor por la naturaleza y un estómago feliz, dispuesto a probar nuevos sabores.

A partir de ese momento, Antonia se llenó de alegría cuando llegó la primavera y el tiempo del huerto, disfrutando de cada temporada.

Y así, Antonia aprendió una valiosa lección: que hay un mundo de cosas increíbles fuera de la pantalla, que la naturaleza tiene su propia magia, y ¡que comer sano puede ser delicioso!

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!