Antonio y la sorpresa serpentina


Antonio era un niño curioso y valiente, pero tenía un gran miedo a las serpientes. Cada vez que veía una, su corazón se aceleraba, se mareaba y sentía un nudo en la garganta.

Sus amigos jugaban con culebras de goma y él no podía ni verlas. Un día, la maestra de Antonio les contó a la clase sobre la importancia de proteger a los animales, incluso a aquellos que nos generan miedo.

Antonio se sintió mal al darse cuenta de que su miedo no ayudaba a nadie. Decidió superarlo. Buscó información sobre las serpientes, aprendió sobre sus hábitos y vio fotos y videos de serpientes no venenosas. Poco a poco, el miedo de Antonio disminuyó.

Un día, durante una excursión al campo, encontraron una serpiente pequeña y asustada. Todos gritaban y se alejaban, excepto Antonio. -¡Tranquilos! No tenemos que tenerles miedo. Son parte de la naturaleza y merecen nuestro respeto.

Con cuidado, tomó a la serpiente en sus manos y la acarició suavemente. La serpiente, agradecida, se enrolló alrededor de su brazo. Desde ese día, Antonio y la serpiente se volvieron inseparables. Le puso de nombre

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