Antonio y las Montañas de la Alegría
Era un día soleado de primavera en el año 1982. En un pequeño pueblo entre montañas, vivía un hombre llamado Antonio. Tenía 54 años y era abuelo de dos adorables niños: Lucía y Mateo. A pesar de que amaba a sus nietos, había algo que lo entristecía. Antonio pasaba sus días recordando tiempos pasados donde las risas y la alegría eran parte de su hogar.
Una tarde, mientras que jugaba con sus nietos en el jardín, Lucía se dio cuenta de que su abuelo tenía una mirada distante.
"¿Por qué estás tan triste, abuelo?" - preguntó Lucía con dulzura.
"A veces recuerdo momentos felices, pero parece que se han perdido entre las montañas" - respondió Antonio, señalando las imponentes cumbres que rodeaban su hogar.
Con el corazón lleno de preocupación, Mateo propuso una idea.
"¡Vamos a buscar la Alegría! Quizás esté escondida en las montañas" - exclamó.
"¿Cómo haremos eso?" - preguntó Antonio, intrigado.
"Podemos hacer una expedición y llevar una mochila con las cosas que hacen feliz a cada uno. ¡Así podremos encontrarla juntos!" - sugirió Lucía.
A la mañana siguiente, los tres se prepararon. Llenaron la mochila con sus cosas favoritas: libros, colores, fotos de momentos felices, y algunos bocadillos. Antonio, aunque escéptico al principio, se dejó llevar por la alegría de sus nietos.
Mientras ascendían por las montañas, contaban historias y reían. El aire fresco y limpio llenaba sus pulmones, y Antonio comenzó a notar que su tristeza se disipaba un poco.
Llegaron a un claro hermoso lleno de flores y un arroyo cristalino.
"Este lugar es mágico, abuelo!" - dijo Mateo, saltando de alegría.
"Sí, es como si la felicidad estuviera aquí mismo" - comentó Antonio, sintiendo una conexión con la naturaleza que lo rodeaba.
Decidieron descansar, y mientras comían, Lucía sacó su álbum de fotos.
"Mirá, abuelo, esta es la foto de cuando jugamos en la playa el verano pasado" - dijo Lucía, mostrándole una imagen donde todos sonreían.
"Esa fue un día increíble. La risa de ustedes es lo que me hace feliz" - dijo Antonio, recordando cómo les había enseñado a construir castillos de arena.
Luego, Mateo compartió un dibujo que había hecho.
"Este es un dibujo de nosotros tres en la montaña, ¿te gusta?" - preguntó él.
"Me encanta, ¡eres un gran artista!" - respondió Antonio. En ese momento, comprendió que la creatividad de sus nietos podía ayudarlo a encontrar la alegría que pensaba que había perdido.
De repente, un fuerte viento sopló y llevó consigo el álbum y el dibujo de Mateo.
"¡No!" - gritaron ambos niños, corriendo tras ellos.
"No se preocupen, ¡los atrapamos juntos!" - los animó Antonio. Los nietos corrieron y, después de un pequeño desastre en el que se tropezaron con unas piedras, lograron alcanzar sus tesoros.
"¡Lo conseguimos!" - dijeron riendo y respirando con dificultad.
"Esto es lo que pasa cuando buscamos la alegría, hay obstáculos, pero juntos siempre podemos superarlos" - comentó Antonio, sintiendo que la tristeza se alejaba cada vez más.
Con el corazón liviano, regresaron a casa. Antonio prometió que cada semana harían expediciones juntos para buscar nuevos lugares en la naturaleza. Así, no solo encontró alegría de nuevo en su vida, sino también la conexión que más valoraba, la de sus nietos.
Y así, la tristeza de Antonio se transformó en risas y aventuras. Aprendió que la felicidad no está en las cosas del pasado, sino en el presente, en los momentos compartidos con aquellos que amamos.
A partir de ese día, las montañas no solo fueron un fondo hermoso, sino el escenario de la nueva felicidad que Antonio cultivó junto a Lucía y Mateo.
FIN.