Aprender a convivir sin morder



Había una vez un colegio muy especial, donde todos los niños eran muy amigables y se llevaban muy bien.

Sin embargo, un día llegó a la escuela un niño llamado Tomás que tenía un problema: le gustaba morder a sus compañeros. El primer día de clases, todos estaban emocionados por conocer al nuevo alumno. Pero cuando Tomás mordió a Sofía en el brazo durante el recreo, todos quedaron sorprendidos y asustados.

Los maestros rápidamente intervinieron y llevaron a Tomás a la oficina del director. El director, Don Pedro, era un hombre sabio y comprensivo. Sabía que no podía simplemente castigar a Tomás sin entender por qué hacía eso.

Así que decidió hablar con él para averiguarlo. "Tomás, ¿por qué muerdes a tus compañeros?"- preguntó Don Pedro con calma. Tomás bajó la cabeza y respondió tímidamente: "No sé... me siento nervioso e impulsivo cuando estoy cerca de otras personas".

Don Pedro entendió que Tomás estaba pasando por una situación difícil emocionalmente. Decidió ayudarle en lugar de castigarle. Pensó en una idea para enseñarle cómo controlar su impulso de morder.

Al día siguiente, Don Pedro convocó una reunión con todos los alumnos del colegio y les explicó lo sucedido con Tomás. Les pidió ayuda para encontrar una solución pacífica al problema. Los niños estaban dispuestos a ayudar porque sabían que todos merecen ser tratados con respeto y cariño.

Juntos idearon un plan para apoyar a Tomás en su proceso de aprendizaje. Cada día, los niños se turnaban para ser amigos especiales de Tomás.

Durante el recreo, se acercaban a él y jugaban juegos divertidos que lo distraían y le daban confianza. Además, Don Pedro organizó talleres sobre cómo controlar las emociones. Los niños aprendieron técnicas de respiración profunda y meditación para ayudar a Tomás a calmarse cuando sentía la necesidad de morder.

Con el tiempo, Tomás comenzó a sentirse más seguro y tranquilo en la escuela. Ya no sentía esa impulsividad por morder a sus compañeros. Un día, durante el recreo, Sofía se acercó amigablemente a Tomás y le sonrió.

"¿Quieres jugar al fútbol con nosotros?"- le preguntó. Tomás sonrió ampliamente y dijo: "¡Claro! Me encantaría". Desde aquel día, todos los niños del colegio comprendieron que cada persona tiene su historia y sus propias dificultades.

Aprendieron que ser compasivos y solidarios es fundamental para construir un ambiente escolar armonioso. El colegio se convirtió en un lugar donde todos eran respetados por igual, sin importar sus diferencias o problemas personales.

Y así, juntos lograron superar el conflicto inicial y construir una comunidad más fuerte y unida. Fin

FIN.

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