Aprender a respetar a los demás
Cesar era un niño de cinco años muy pegalón y grosero. Siempre se metía en problemas en el jardín de infantes por empujar a sus compañeros y decir palabras feas. Sus papás, cansados de recibir quejas de la maestra, decidieron enseñarle la importancia de respetar a los demás.
Una tarde, mientras jugaba en el parque, Cesar se acercó a un grupo de niños que estaban construyendo un castillo de arena. Sin pensarlo dos veces, Cesar comenzó a quitarles la arena y a empujar a los niños. Uno de ellos, Lucas, se acercó a él y le dijo: "¡Hey, eso no se hace! Debes respetar nuestro trabajo y a nosotros." Cesar, molesto, le respondió con groserías. Los papás de Lucas, que estaban cerca, intervinieron y le explicaron a Cesar lo mal que estaba actuando.
Cesar se fue a su casa reflexionando sobre lo sucedido. Esa noche, durante la cena, sus papás le explicaron con cariño que el respeto hacia los demás es fundamental para vivir en armonía. Le contaron historias de cómo las personas se ayudan mutuamente y cómo eso genera alegría y amistad. Cesar, sorprendido, decidió que quería ser un niño bueno y amable.
Al día siguiente, en el jardín de infantes, Cesar puso en práctica lo que había aprendido. Cuando vio que Lucía estaba triste, se acercó y le preguntó qué le pasaba. Después de escucharla y consolarla, juntos fueron a jugar con los demás niños. Cesar se esforzó por controlar su impulso de ser grosero o pegalón, y cada vez que lo lograba, se sentía orgulloso de sí mismo. Pronto, sus compañeros empezaron a notar el cambio en él y lo incluyeron en sus juegos y actividades.
Con el tiempo, Cesar se convirtió en uno de los niños más queridos del jardín. Aprendió que el respeto hacia los demás no solo hace feliz a los demás, sino también a uno mismo. Y aunque a veces le costaba controlar sus impulsos, sabía que podía lograrlo con esfuerzo y con la ayuda de su familia y amigos. Desde ese día, Cesar se esforzó por ser un niño respetuoso y amable, disfrutando de la alegría y la amistad que esto le brindaba.
Y así, Cesar aprendió que el respeto y la amabilidad son las bases para construir relaciones felices y duraderas.
FIN.