Aprendiendo a Brillar



En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía una adolescente llamada Sarai. Desde pequeña, Sarai siempre había sido una chica dulce y amigable, pero había un problema: le importaba demasiado lo que pensaban los demás. Ella siempre trataba de complacer a sus amigos y compañeros, a veces incluso sacrificando lo que realmente quería.

Un día, mientras caminaba hacia la escuela, Sarai escuchó a sus amigos hablando sobre una nueva serie que se había vuelto popular.

"¿Vieron el último episodio? ¡Fue increíble!" - dijo Lucía, la más entusiasta del grupo.

"Sí, pero no entiendo por qué a todos les gusta tanto, es aburrida" - respondió Julián, un chico que siempre intentaba ser el más gracioso.

Sarai, que nunca había visto la serie, sintió que debía verla también para poder hablar con ellos. Así que esa noche, se sentó frente a la televisión y, a pesar de que no le gustó, continuó viéndola solo porque quería encajar.

Pero no fue solo eso. En las clases, Sarai siempre trataba de hacer lo que sus compañeras hacían. Si a ellas les gustaban los mismos colores y estilos, ella también los usaba, aunque no le gustaran. Una vez, sus amigas llevaron peinados extravagantes para un evento y Sarai, aunque prefería su cabello suelto, se lo recogió con todos los clips que tenía.

"¡Sarai, qué original tu peinado!" - le dijo su amiga Carla.

"¿En serio? Gracias... aunque no es exactamente como me gustaría. Pero está bien, ¡sólo es un peinado!" - respondió Sarai, sintiendo una mezcla de orgullo y tristeza.

En ese momento, Sarai vio cómo los demás se reían y disfrutaban de sus looks, pero pronto también se dio cuenta de que esa no era ella. Era una versión de sí misma que había inventado para encajar. Entonces, un día, decidió que necesitaba un cambio.

Un fin de semana, Sarai visitó la casa de su abuela. Su abuela siempre le contaba historias bellas sobre su juventud y cómo se había atrevido a ser diferente. Una tarde soleada, mientras tomaban el té en el jardín, Sarai finalmente se abrió.

"Abuela, siento que nunca soy yo misma. Siempre trato de hacer lo que piensan los demás" - confesó Sarai, mirando al suelo.

La abuela, con una sonrisa suave, respondió:

"Querida, la verdadera belleza radica en ser auténtica. No importa lo que piensen los demás, importa lo que sientas tú en tu corazón. Cada vez que dejas de ser tú misma, te alejas de lo que realmente podrías ser".

Sarai asintió, sintiendo que esas palabras resonaban muy profundo dentro de ella. Como si una luz se encendiera. Durante esa visita, su abuela le enseñó a tejer, a hacer pulseras y a pintar, actividades que a Sarai le encantaban. Y lo más importante, le recordó que lo que desprendía su alma era mucho más valioso que cualquier opinión ajena.

Volvió a casa con una nueva perspectiva. Intentó poner en práctica la idea de ser auténtica. En la escuela, en lugar de seguir lo que hacían sus amigas, un día llegó con su cabello suelto y una camiseta de sus colores favoritos.

"¿Sarai, hoy no llevas el peinado de ayer? ¡Te ves diferente!" - preguntó Julián.

Sarai sonrió.

"Sí, decidí que quiero ser yo misma, y me gusta más así".

Los amigos se miraron con sorpresa. Al principio, algunos no entendieron, y hasta hubo murmullos que decían que se estaba volviendo rara. Pero Sarai estaba enfocada en sentirse bien consigo misma.

Poco a poco, notó que había un efecto inesperado: algunos amigos comenzaron a apoyar su elección.

"A mí me encanta tu estilo, es único" - dijo Lucía un día, mientras se concentraban en un proyecto escolar.

Esa pequeña validación hizo que el corazón de Sarai latiera un poco más fuerte. Ella comenzó a hablar más abiertamente sobre sus hobbies y le mostró a sus amigos cómo hacer pulseras de colores que había creado con su abuela.

Los amigos de Sarai, inspirados por su valentía, comenzaron a compartir también sus propias pasiones. Julián volvió a hablar sobre su amor por la lectura de fantasía, y Lucía reveló que le gustaba el balet, aunque había temido mostrarse a los demás.

Así, Sarai se dio cuenta que, al ser ella misma, también daba a otros la oportunidad de ser auténticos.

Con el tiempo, se convirtió en un ejemplo en su escuela, enseñando que el amor propio es crucial y que la verdadera amistad arriesga el estereotipo para permitir que cada uno brille con luz propia.

Años más tarde, Sarai se convirtió en una artista, creando obras que reflejaban su esencia y ayudando a otros a encontrar su voz. Nunca olvidó las lecciones que había aprendido y siempre recordaba la importancia de ser genuina en un mundo lleno de expectativas.

Desde entonces, en el pueblo de Alegría, comenzaron a contar la historia de Sarai, la chica que aprendió a amarse tal como era, motivando a otros a hacer lo mismo.

FIN.

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