Aprendiendo a compartir y respetar



Había una vez en el bosque un travieso y hambriento ardilla llamada Filomena. Siempre estaba buscando comida para robar, pero se cansó de hacerlo sola.

Un día, mientras saltaba de rama en rama, vio a un erizo llamado Ernesto que también parecía estar buscando algo. Filomena decidió acercarse a Ernesto con una sonrisa pícara en su rostro. "¡Hola, Ernesto! Veo que también estás buscando algo para comer", dijo la ardilla con entusiasmo.

Ernesto levantó sus espinas y miró con cautela a Filomena. "Sí, estoy buscando algunas bayas deliciosas para llenar mi barriguita", respondió el erizo. La ardilla pensó rápidamente y se le ocurrió una idea brillante.

"¡Podemos trabajar juntos! Tú eres experto en buscar comida debajo de las hojas y yo puedo trepar árboles como nadie. Seremos imparables". Ernesto dudó al principio, pero la propuesta de Filomena sonaba bastante tentadora. Así que aceptaron trabajar juntos para encontrar los mejores tesoros comestibles del bosque.

Durante varios días, Filomena y Ernesto se convirtieron en un equipo formidable. Encontraron nueces jugosas escondidas entre las ramas más altas y frutas dulces camufladas bajo las hojas caídas del otoño.

Sin embargo, no todo salió según lo planeado cuando uno de sus saqueos fue interrumpido por un conejo curioso llamado Ramón. Ramón era conocido por ser el guardián de la justicia en el bosque y siempre estaba atento a cualquier actividad sospechosa.

Ramón se acercó lentamente, con sus orejas erguidas y su nariz temblando. "¡Alto ahí! ¿Qué están haciendo ustedes dos?", preguntó el conejo con voz firme. Filomena y Ernesto intercambiaron miradas nerviosas. Sabían que habían sido pillados en pleno acto delictivo.

La ardilla decidió hablar antes de que las cosas empeoraran. "Lo siento mucho, Ramón. Estábamos buscando comida, pero nos dimos cuenta de que está mal robarla". El conejo frunció el ceño y los observó detenidamente.

"Es bueno que lo hayan entendido", dijo seriamente Ramón. "Todos los animales del bosque tienen derecho a comer sin miedo a quedarse sin alimento". Filomena bajó la cabeza avergonzada mientras Ernesto asentía con tristeza.

Pero Ramón no parecía enfadado, más bien tenía una sonrisa sabia en su rostro. "Sin embargo", continuó Ramón, "puedo ver que han aprendido una lección importante".

Señalando hacia un arbusto cercano lleno de zanahorias frescas, dijo: "¿Por qué no prueban estas deliciosas zanahorias? Son ricas en nutrientes y crecen abundantemente aquí". Los ojos de Filomena y Ernesto se iluminaron al ver las zanahorias y se sintieron aliviados por haber encontrado una solución pacífica para sus estómagos hambrientos.

Desde aquel día, Filomena, Ernesto y Ramón se convirtieron en grandes amigos. Juntos, exploraron el bosque en busca de alimentos saludables y compartieron sus hallazgos con otros animales. La ardilla aprendió que trabajar en equipo y respetar los recursos naturales era mucho mejor que robar.

El erizo comprendió la importancia de cuidar el entorno y ser consciente de las necesidades de los demás. Y el conejo demostró que todos podemos aprender de nuestros errores y encontrar soluciones positivas.

Así es como estos tres amigos vivieron felices y llenos de comida saludable en su amado bosque, transmitiendo a otros animales la importancia del trabajo en equipo, la honestidad y el respeto por la naturaleza.

FIN.

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