Aprendiendo a cuidarse mutuamente
Mateo era el mayor de tres hermanos: Lucía, la del medio, y Juan, el más pequeño. Siempre habían tenido problemas para llevarse bien. Peleaban por tonterías, se quitaban los juguetes y siempre se hacían travesuras. Sus padres estaban cansados de verlos pelear y discutir. Un día, su mamá decidió hablar seriamente con ellos. Les explicó lo importante que era cuidarse mutuamente, trabajar juntos y ser buenos hermanos. Mateo escuchó atentamente, y algo en su interior le hizo reflexionar. Decidió que era hora de cambiar.
Esa misma noche, cuando estaban a punto de dormir, Mateo se acercó a Lucía y Juan. "Chicos, creo que debemos dejar de pelear. Si nos cuidamos y nos ayudamos, nuestra vida será mucho mejor. Podemos ser un gran equipo". Lucía y Juan se miraron sorprendidos, pero luego sonrieron y aceptaron la propuesta. A partir de ese momento, los tres hermanos se propusieron cambiar su actitud.
Decidieron hacer pequeñas acciones para demostrar su compromiso. Mateo ayudaba a Lucía con la tarea de la escuela, Juan compartía sus juguetes con Mateo y Lucía, y Lucía preparaba galletas para los tres. Pasaron días y semanas, y la relación entre ellos mejoraba cada vez más. Se divertían juntos, se apoyaban en sus problemas y se sentían más unidos que nunca. Un día, Mateo propuso hacer un picnic en el jardín. Pasaron horas riendo, comiendo y jugando. Fue un día inolvidable.
Pero un giro inesperado llegó cuando un vecino les pidió ayuda: su gato se había subido a un árbol y no podía bajar. Los tres hermanos no dudaron ni un segundo y trabajaron en equipo para salvar al minino. Fue una experiencia emocionante que los unió aún más. Desde ese día, Mateo, Lucía y Juan se convirtieron en inseparables. Aprendieron que cuando se cuidan mutuamente, todo es más fácil y divertido. Se convirtieron en un gran equipo y, juntos, podían enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara. La unión entre ellos se volvió su mayor fortaleza.
FIN.