Aprendiendo a perdonar
Había una vez en un tranquilo barrio de la ciudad de Buenos Aires, dos gatos llamados Tomás y Lola. Eran grandes amigos y les encantaba pasar el tiempo juntos.
Un día, mientras exploraban el jardín del vecindario, encontraron una pelota brillante y colorida. Tomás, con su pelaje negro como la noche, dijo emocionado: "¡Mira Lola! ¡Encontré una pelota para jugar!"Lola, con su hermoso pelaje blanco como las nubes, respondió entusiasmada: "¡Genial! Vamos a jugar a atraparla".
Los dos gatitos comenzaron a correr detrás de la pelota. Saltaban y rebotaban por todo el jardín, divirtiéndose sin parar.
Pero algo inesperado sucedió cuando Tomás saltó muy alto para atrapar la pelota y accidentalmente rompió una flor del jardín. Lola se detuvo sorprendida y preocupada. "Oh no, Tomás", exclamó. "Hemos roto una flor bonita". Tomás bajó la cabeza avergonzado y dijo: "Lo siento mucho Lola. No fue mi intención".
Justo en ese momento apareció Luna, una sabia gata gris que vivía en el vecindario. Ella había estado observando desde lejos lo que ocurría.
"Queridos amigos", dijo Luna con calma, "es importante recordar que debemos ser cuidadosos con nuestras acciones para no lastimar a los demás o dañar las cosas bonitas que nos rodean". Tomás asintió tristemente mientras Lola miraba fijamente a Luna buscando alguna solución. Luna sonrió y continuó: "Pero también es importante aprender de nuestros errores y hacer lo correcto.
¿Por qué no intentan arreglar la flor que se rompió?"Los ojos de Tomás y Lola se iluminaron con esperanza. Juntos buscaron una maceta vacía, tierra y cuidadosamente colocaron la flor rota en su nuevo hogar.
Pasaron los días, y Tomás y Lola regaban la flor todos los días, asegurándose de que recibiera suficiente luz solar. Poco a poco, la flor comenzó a sanar y crecer más fuerte que nunca.
Un día, mientras jugaban con su pelota en el jardín nuevamente, vieron algo maravilloso. La flor que habían reparado había florecido en un hermoso ramo de flores multicolores. "¡Mira Tomás!", exclamó Lola emocionada. "Nuestro amor por esta flor hizo que volviera a florecer".
Tomás sonrió orgulloso y dijo: "Así es, Lola. A veces cometemos errores, pero siempre podemos corregirlos si aprendemos de ellos".
Desde ese día en adelante, Tomás y Lola entendieron la importancia de ser cuidadosos con sus acciones para no lastimar a otros ni al entorno que los rodea. Aprendieron cómo reparar las cosas cuando las rompían y cómo hacerlas aún más hermosas.
Y así fue como estos dos gatos descubrieron el valor del perdón, el aprendizaje constante y cómo convertir sus errores en oportunidades para crecer juntos como amigos verdaderos. Fin
FIN.