Aprendiendo a ser empático



Juan era un niño muy alegre y travieso. Le encantaba jugar con sus amigos en la escuela, pero a veces se olvidaba de ponerse en el lugar de los demás.

En casa, también solía pelear con su hermana y no entendía por qué ella se ponía tan triste. Un día, la maestra les contó a todos en la clase sobre la importancia de ser empáticos, es decir, de pensar en cómo se siente el otro.

Juan no entendía muy bien, pero decidió prestar atención y aprender. Durante el recreo, vio a Pablo, uno de sus amigos, solo en un rincón. En lugar de ir a jugar con los demás, Juan se acercó a Pablo y le preguntó si estaba bien.

Pablo le contó que se sentía solo y triste porque nadie quería jugar a su juego. Juan decidió dejar de lado lo que a él le gustaba para jugar con Pablo y hacerlo sentir mejor.

Esa tarde, cuando Juan llegó a su casa, vio a su hermana llorando en su habitación. En lugar de burlarse como solía hacer, se sentó a su lado y le preguntó qué le pasaba.

Su hermana le contó que había tenido un mal día en la escuela. Juan la abrazó y le contó lo que le había pasado a Pablo, y juntos buscaron formas de hacer sentir mejor a su hermana.

A partir de ese día, Juan practicó la empatía en la escuela y en su hogar, y descubrió que al preocuparse por los demás, él también se sentía mucho mejor.

FIN.

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