Aprendiendo en Alegría
Había una vez en un lejano pueblo llamado Alegría, un grupo de niños muy traviesos y curiosos que vivían en casas de colores brillantes y jardines llenos de flores.
Todos los días, después de la escuela, se reunían en el parque para jugar y soñar juntos. Los niños tenían nombres muy peculiares: Martina la risueña, Lucas el aventurero, Sofía la creativa y Tomás el bromista.
Les encantaba inventar historias fantásticas y convertir su mundo en un lugar mágico lleno de sorpresas. Un día, mientras jugaban a las escondidas, descubrieron una puerta secreta en medio del bosque.
Intrigados, decidieron abrirla y se encontraron con un camino lleno de luces brillantes que los llevó a una casa gigante llena de habitaciones increíbles. Al entrar a la casa, fueron recibidos por un hada madrina llamada Aurora que les dijo: "Bienvenidos a la Casa de los Sueños. Aquí podrán hacer realidad todo lo que deseen".
Los ojos de los niños se iluminaron de emoción al escuchar estas palabras.
Martina pidió tener alas para volar como un pájaro; Lucas deseó explorar las profundidades del mar; Sofía quería pintar cuadros tan hermosos como el arcoíris; y Tomás anhelaba ser invisible para hacer travesuras sin que lo descubrieran. Aurora sonrió y les concedió sus deseos con una varita mágica.
Martina sintió cómo crecían unas preciosas alas doradas en su espalda; Lucas se convirtió en un intrépido buzo capaz de comunicarse con los animales marinos; Sofía comenzó a pintar con colores tan vibrantes que parecían cobrar vida; y Tomás experimentó la emoción de pasar desapercibido ante los demás.
Los niños pasaron horas disfrutando de sus nuevos dones, explorando cada rincón de la Casa de los Sueños y aprendiendo lecciones valiosas sobre amistad, solidaridad y respeto por la naturaleza. Se dieron cuenta de que no necesitaban magia para ser felices, sino simplemente confiar en sí mismos y en sus habilidades únicas.
Al atardecer, regresaron al pueblo con el corazón lleno de gratitud por haber vivido esa increíble aventura juntos. Desde ese día, los niños nunca dejaron de soñar ni olvidaron las enseñanzas que Aurora les había brindado.
Y así fue como Martina, Lucas, Sofía y Tomás descubrieron que la verdadera magia reside en creer en uno mismo y en compartir momentos especiales con quienes más queremos.
Porque al final del día, lo importante no es tener poderes extraordinarios, sino saber apreciar la belleza simple de cada instante vivido junto a nuestros seres queridos.
FIN.