Aquella Navidad con los Abuelitos
Era una tarde fría de diciembre y Maxi estaba contando los días para la Navidad. Este año, su familia había decidido que la pasaran con sus abuelos en el campo. Estaba entusiasmado por la idea de jugar al aire libre y hacer manualidades. Sus abuelos siempre tenían un montón de sorpresas para él.
Cuando llegó la fecha, Maxi y sus padres se subieron al auto y emprendieron el viaje. El camino fue largo, pero Maxi miraba por la ventana, observando cómo el paisaje cambiaba de la ciudad bulliciosa a los hermosos campos verdes. Finalmente, llegaron a la casa de los abuelos y fue recibido con un fuerte abrazo de su abuelo Ramón.
"¡Maxi! ¡Qué grande estás!", exclamó Ramón.
"¡Abuelo! ¡Te extraño!", respondió el niño emocionado.
"¡Vamos a hacer galletitas!", dijo la abuela Rosa, llevándolo hacia la cocina.
"¿Y puedo ayudar?", preguntó Maxi con los ojos brillantes.
"Por supuesto, necesitamos un asistente especial", sonrió la abuela.
Esa noche, mientras cenaban, Maxi se dio cuenta de que sus abuelos parecían un poco tristes. No era como siempre. El abuelo Ramón no contaba historias y la abuela Rosa no reía tan fuerte.
"¿Abuelo, todo está bien?", preguntó Maxi con preocupación.
"Sí, querido, sólo estamos un poco cansados", respondió el abuelo tratando de sonreír.
"Tal vez deberíamos hacer algo especial para alegrarles el día, ¿no?", sugirió Maxi.
Maxi pensó en una idea brillante. ¿Qué tal si preparaban una sorpresa? En la mañana siguiente, se levantó temprano y se armó de valentía para hablar con sus padres.
"¿Podemos hacer una fiesta de Navidad sorpresa para los abuelos?", preguntó. Sus padres se miraron, sorprendidos por la ocurrencia.
"Es una idea genial, Maxi. Podemos invitar a algunos vecinos. ¿Tú qué piensas, hijo?", dijo su papá.
"¡Sí! Ellos se merecen mucha alegría!", respondió Maxi, con ganas de hacer algo grande.
Se pusieron a trabajar. Separaron algunas decoraciones de Navidad que llevaban en el auto y compraron globos y serpentinas en el pueblo. Mientras tanto, Maxi y sus padres comenzaron a hacer una lista de las cosas que necesitarían para la fiesta. Después de un ajetreado día, todo parecía estar listo.
El día de la fiesta, todo el pueblo fue invitado y los abuelos no tenían idea de lo que estaba sucediendo. Maxi se sentía nervioso, pero estaba decidido a hacerlos sonreír. La tarde avanzaba y su abuelo Ramón caminó hacia el patio.
"Vamos a jugar, Maxi", dijo Ramón.
"Un momento, abuelo, tengo una sorpresa para vos! ," respondió Maxi, mirando hacia la casa.
"¿Una sorpresa?", preguntó el abuelo con curiosidad.
En ese instante, sus padres y él gritaron:
"¡Sorpresa!"
Desde la casa salieron todos los vecinos, música y luces iluminaban el lugar. Los abuelos miraron atónitos lo que sucedía. La abuela Rosa se llevó una mano a la boca, sorprendida.
"¿Todo esto es para nosotros?", preguntó.
"¡Sí! Queremos que sepan cuánto los queremos y apreciamos", dijo Maxi, acariciando a su abuelo.
Los abuelos estaban tan felices. Se reían, bailaban y disfrutaban de cada instante. La tristeza que los había acompañado en los últimos días se había desvanecido por completo. Todos juntos hicieron galletitas, decoraron el árbol y compartieron historias alrededor de la mesa.
"Gracias, Maxi, por esta maravillosa sorpresa. Nos hiciste sentir muy especiales", dijo el abuelo.
"Siempre los voy a querer, abuelos", afirmó Maxi con una sonrisa. Y así, aquella Navidad se convirtió en una de las más memorables, llena de amor y risas.
Mientras se despedían, Maxi pensó que a veces, un pequeño acto de cariño puede transformar un día triste en uno muy especial. Sabía que siempre recordarían aquella Navidad como la mejor de todas.
FIN.