Arañamigo


Había una vez un chico llamado Gustavo, a quien le encantaban las arañas. Pasaba horas y horas observándolas, leyendo sobre ellas y hasta tenía su propia colección de arácnidos en su habitación.

Un día, mientras estaba en el campo buscando algún ejemplar interesante para agregar a su colección, fue mordido por una araña venenosa. En ese momento, Gustavo sintió un dolor agudo en la piel y se desmayó.

Cuando despertó, se dio cuenta de que algo había cambiado en él. Tenía súper poderes. Gustavo descubrió que podía trepar paredes como si fuera una araña, lanzar telarañas desde sus manos y tener sentidos muy agudos que lo hacían percibir cosas que antes no notaba.

Al principio, estaba asustado por todo lo que estaba pasando pero luego decidió usar sus nuevos poderes para hacer el bien.

Un día, mientras caminaba por la ciudad con sus amigos Juan y Sofía, escucharon gritos de ayuda provenientes de un edificio cercano. Corrieron hacia allí y vieron a unas personas atrapadas en el piso 20 sin posibilidad de bajar debido a un incendio.

Gustavo sabía que era hora de ponerse su traje especial (que había diseñado él mismo) e ir al rescate con sus habilidades sobrenaturales. Subió rápidamente hasta el piso del incendio gracias a su capacidad para trepar paredes y empezó a lanzar telarañas para ayudar a las personas atrapadas.

- ¡Agárrense fuerte! -gritó Gustavo mientras les tendía una red hecha con sus telarañas. Las personas se aferraron a la red y Gustavo las bajó suavemente al suelo.

Los bomberos llegaron justo después para apagar el fuego, pero todos sabían que sin la ayuda de Gustavo, el desenlace habría sido mucho peor. Desde entonces, Gustavo se convirtió en un héroe local y usaba sus poderes siempre que alguien necesitaba ayuda.

Pero lo más importante es que aprendió una gran lección: los superpoderes no son solo para divertirse, sino también para ayudar a los demás.

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