Aray y la Brujita Mili
En un pequeño y colorido pueblo llamado Araya, donde las flores brillaban más que el sol y las aves cantaban melodías encantadoras, vivía una niña llamada Aray. Aray era curiosa y siempre estaba en busca de nuevas aventuras. Un día, mientras exploraba el bosque cerca de su casa, encontró algo inusual: una pequeña puerta escondida entre los árboles.
Al abrirla, se encontró con una habitación mágica llena de luces brillantes y frascos de colores. En el centro, había una brujita diminuta con un gorro puntiagudo, revolviendo un caldero.
"¡Hola! Soy la Brujita Mili. ¿Quién eres tú?" - gritó Mili con una voz alegre.
"Soy Aray. No sabía que había un lugar tan maravilloso aquí. ¿Qué haces?" - preguntó Aray, maravillada.
"Hago pociones mágicas para ayudar a los habitantes del bosque. Quiero que todos sean felices y estén saludables. ¿Te gustaría ayudarme?" - respondió Mili.
Aray, emocionada, aceptó. Juntas, comenzaron a mezclar ingredientes: pétalos de flores, hojas brillantes y agua de manantial. Pero de repente, algo inesperado sucedió. Al agregar un poco de polvo de estrella, la poción explotó en una nube de colores y risas.
"¡Oh no! Esto no estaba en el plan." - exclamó Mili, intentando contener la risa.
"¡No te preocupes! ¡Podemos solucionarlo!" - dijo Aray, riendo también.
Decidieron que debían encontrar una solución. Mili le explicó a Aray que, para arreglar la poción, necesitarían ayuda de los animales del bosque.
"Vamos a buscar a la lechuza sabia. Ella nos puede dar un consejo." - sugirió Mili.
A medida que caminaban, Aray y Mili se encontraron con un conejo saltarín, un ciervo curioso y un grupo de ardillas juguetonas.
"¿Alguien ha visto a la lechuza?" - preguntó Aray a los animales.
"Sí, la vimos volar hacia el viejo roble. Pero ten cuidado, esas ramas son muy inestables" - dijo el conejo.
Al llegar al roble, encontraron a la lechuza posada en una rama alta.
"¡Lechuza sabia! ¡Necesitamos tu ayuda!" - gritó Mili, con una mezcla de ansiedad y esperanza.
"¿Qué ha pasado, pequeñas?" - preguntó la lechuza, moviendo su cabeza con curiosidad.
"Hicimos una poción que se salió de control. Queremos arreglarla. ¿Tienes algún consejo?" - explicó Aray.
La lechuza sonrió con sabiduría:
"La clave para resolver problemas es trabajar en equipo. Si cada uno aporta su habilidad, seguro encontrarán la solución."
Inspiradas por el consejo, Aray y Mili volvieron a la casa mágica y llamaron a todos los animales del bosque. Juntos, comenzaron a buscar los ingredientes que faltaban para reequilibrar la poción: risas, amigas y un poco de cariño.
"¡El amor es el mejor ingrediente!" - dijo Aray mientras las ardillas hacían malabares y el ciervo saltaba.
"Eso es justo lo que necesitamos, más risas y alegría." - agregó Mili mientras todos se unían.
Finalmente, en medio del alboroto y la felicidad, lograron mezclar todo en el caldero nuevamente. Esta vez, al olerla, todos vieron que se llenaba de luz dorada.
"¡Lo logramos!" - exclamaron emocionadas.
La poción mágica no solo funcionó, sino que llevó felicidad a todo el bosque. Los árboles florecieron más, los animales estaban más alegres y el aire se sentía brillante.
"Gracias, Aray. Sin tu ayuda, no lo habría logrado. Eres una gran amiga." - dijo Mili, abrazándola.
"Y gracias a todos ustedes. Aprendí que juntos somos más fuertes y podemos enfrentar cualquier desafío." - respondió Aray con una sonrisa brillante.
Al despedirse, Aray prometió volver a visitar a la brujita Mili y a todos sus nuevos amigos en el bosque mágico. Sabía en su corazón que cada aventura traía consigo una lección valiosa: la amistad, el trabajo en equipo y el amor eran las verdaderas mágicas que podían iluminar cualquier camino.
Y así, Aray regresó a su casa, lista para contarle a su familia sobre su magnífica aventura y la hermosa brujita que la había hecho sentir tan especial. Desde ese día, cada vez que Aray exploraba el bosque, sabía que siempre había un poco de magia esperando por ella, especialmente cuando se compartía con amigos.
Fin.
FIN.